Fin a un viaje con mochila y sin plan
El Espanyol se despidió de un viaje que le ha llevado por Islandia, Suiza, Ucrania, Rusia, Bulgaria, Hungría e Inglaterra y que le ha puesto en el mapa europeo 12 años después. Como todo viaje, el club perico y sus aficionados han pasado por distintos estados de ánimo y una nueva generación ha podido apuntarse a esas vivencias. No ha sido un viaje de fin de curso, tampoco una luna de miel, más bien una aventura con mochila y sin plan, dejándose llevar, disfrutando y sufriendo para acabar regresando a casa antes de tiempo sin un duro y afrontando con agonía la dura realidad.
Pero el Espanyol debería haber sacado varias conclusiones de esta andanza. La primera, que las fases previas son postizas. En ellas, brillaron Ferreyra y Vargas, dos jugadores que no han estado a la altura el resto del curso. Esa clasificación ante el Zorya en la gris Zaporiyia fue fiel a la realidad de este Espanyol, un equipo no precisamente para ver en el sofá fumándose un cigarro, como dijo Gallego, si no ayudado por alguna otra sustancia para digerirlo. Tan divertido como peligroso. Otra conclusión, ya sabida pero no corregida, es que jugar en Europa es pagar un alto peaje, que requiere recursos y experiencia. Cambiar dos veces de técnico, gastarse 40 millones en enero o llegar con 12 jugadores que acaban contrato no es lo idóneo. El primer paso para volver es saber cómo se llegó.