Semana negra, futuro más oscuro
Hundido. El Espanyol se chocó de golpe con una realidad negra, la que le ha perseguido durante toda la temporada y que ha reaparecido en la semana más especial del curso. Del 4-0 del Wolverhampton que heló las ilusiones blanquiazules por proseguir en Europa hasta el 2-1 de Valladolid, que entierra algo más al equipo perico en LaLiga: lo deja con solo 19 puntos, a cinco de la permanencia y con unas sensaciones, nuevamente, malas. La gesta de la salvación le está resultado más costosa que años anteriores. Asoma la cabeza el Espanyol y de una patada la realidad lo devuelve al punto de partida. Y el tiempo se agota.
Gestión. Pensar en el mañana es en ocasiones un riesgo. Abelardo pensó el jueves en el domingo. Y el Espanyol cayó con estrépito en ambos escenarios. Primero, jugó a merced del Wolverhampton y cayó sin paliativos (4-0). La presión se trasladó a Pucela, donde no se debía fallar, pero a los 25 minutos David López vio la roja. Todo al traste. En el fútbol las emociones circulan y lo que pasó ayer siempre influye en lo que pasará mañana No solo en lo físico, sino también en lo anímico y psicológico. La gestión de la semana no fue la más acertada porque los resultados estuvieron en los antípodas de lo esperado.
Timidez. Antes de esa expulsión, el Espanyol tampoco se impuso a un Valladolid que evidenció sus carencias futbolísticas, pero también su constancia, orden y aprovechamiento de recursos. Hay entrenadores que llegan al sitio adecuado en el momento oportuno. Y eso le ha ocurrido a Sergio González al lado del Pisuerga. En silencio ha construido un muro de hormigón sin utilizar cemento, y va camino de su segunda salvación tras su ascenso el primer curso. El Espanyol no supo qué hacer y cómo jugar, mostrando de nuevo sus problemas en el juego, su falta de gol sin RdT y el bajo rendimiento de muchos de sus jugadores.
El rugby. Conscientes de sus defectos y de su falta de juego, Abelardo optó por el cerrojo y el paso del tiempo. Tan acertado como eficaz hasta el 1-0, una situación que deja de nuevo desnudo a Diego López y a las pérdidas de balón en zonas de riesgo. Fue el Espanyol un manojo de nervios, un equipo que jugó con el tiempo y avanzando yardas como fútbol americano, o metros como en el rugby, ayudado por el árbitro en decisiones puntuales. No le valió para más al equipo de Abelardo, cabizbajo, testigo en la fiesta de Pucela, inconsciente del futuro oscuro que se acecha.
El camino. Es difícil que el aficionado digiera lo ocurrido, aunque esta semana refleja la temporada. El 2-2 en Sevilla o ante el Barcelona son espejismos en el camino tortuoso del Espanyol. El equipo blanquiazul sigue sumido en una profunda depresión, por mucho que la gente se movilice. El camino es corto, la penitencia, en cambio, es cada vez más larga.