Los Wolves no dejaron ni los huesos
El Espanyol mordió el anzuelo y fue devorado por los Lobos ingleses. El sueño europeo finalizó en Wolverhampton, una ciudad gris y lluviosa como aquella Glasgow de mayo de 2007. Pero en esta ocasión no hubo lágrimas. La aceptación y la decepción corren por las venas blanquiazules desde comienzo de curso, y no ha hecho nada más que acrecentarse con el paso de los meses. Queda la vuelta, pero inocua por las preferencias del Espanyol, por las sensaciones de la ida y por un resultado contundente. Los ingleses no dejaron ni los huesos.
Desde la alineación, Abelardo dejó claro que LaLiga es la prioridad. Solamente Dídac puede considerarse del equipo titular, mientras que hasta Andrés Prieto vivió su bautizó en un campo grande con solo una parada. Wu Lei dio sensación de peligro, lo mejor de un Espanyol blando y desacertado. Cuando el delantero chino es el mejor, algo que ocurría en la época de Machín, es síntoma de que las cosas no funcionan. Wu Lei es un finalizador, un oportunista del área, nunca puede ser el mejor sobre el campo. Desaparecido Vargas, demasiado solo Melendo, timorato como de costumbre Ferreyra, la potencia de Adama era la mejor definición del Wolverhampton, un equipo contundente, un martillo de acero ante otro de plástico.
Después del 1-0 de córner, un golpe de fortuna local, el partido entró en un tramo mentiroso. El Espanyol manejaba el balón, agazapado el Wolves. Los pericos se metían en la boca del lobo. Con espacios, los de Nuno hacen honor a su nombres, corren como gacelas y muerden como leones, son hienas si hay un hueso suelto. Y así cazaron los tres goles siguientes, ante un Espanyol al que tampoco le acompañó el acierto.
La mejor noticia del Espanyol fue la de su gente, que tanto le da movilizarse a Vila-Real que a Wolverhampton, acudir a un partido de LaLiga con el equipo colista o a soñar con repetir las gestas de la UEFA de 1988 o 2007 en Wolverhampton, perdiendo vuelos, desafiando la lluvia o pagando un alto precio. El mal trago del partido, lo peor.
No le queda otra al Espanyol que levantarse y centrarse en LaLiga. La goleada de anoche es consecuencia de la mala planificación deportiva del curso, de los nervios y la falta de confianza de una plantilla hastiada y decepcionada, en la que muchos jugadores están rellenando la última hoja de servicios. No sería positivo rasgarse las vestiduras. El adiós a Europa debe dar paso a la salvación. Tan triste como real.