El Madrid más expansivo en muchos años

El Madrid salió reforzado de un torneo que vivió su nuevo formato por encima de las expectativas. También salió reforzada la Supercopa, ubicada en un mes crítico de la temporada (ecuador de la Liga, mercado de invierno, tiempo para el debate y la reflexión en los clubes) y beneficiada por el sainete interpretado por el Barça, incapaz de detectar el buen partido y la honorable posición del equipo a estas alturas del campeonato. Para ser el cuarto torneo en importancia del fútbol español, las consecuencias de la Supercopa han sido enormes. Será difícil tomarse en broma la competición en las próximas ediciones.

La final ofreció un partido opuesto al que brillantemente ganó el Madrid contra el Valencia, una exhibición de juego fluido interpretado por Casemiro, Modric, Valverde, Isco y Kroos, los cinco centrocampistas que por vez primera reunió Zidane en la alineación de salida. La fórmula no funcionó tan bien frente al Atlético de Madrid, equipo áspero, con muchas menos fisuras defensivas que el Valencia y siempre con buen ojo para golpear en los contraataques. La ardiente rivalidad entre los dos equipos añadió el punto competitivo que no se observaba en las tribunas.

El duelo fue serio, tenso y exigente. Añadió otro factor de credibilidad a esta Supercopa, sostenida además por la presencia casi segura del Real Madrid, Barça y Atlético de Madrid en el futuro. El modelo está hecho a la medida de los tres. El Madrid encontró muchos obstáculos para desenredar el sistema defensivo del Atlético y la defensa nunca vivió tranquila, menos aún en los últimos minutos del encuentro y en la prórroga, disputada con un vigor extraordinario por los dos equipos en Yeda.

No fue la noche de Isco, tampoco la de Kroos y desde luego la de Jovic, que parece un agente externo en el equipo. Por ahora le queda grande la camiseta del Real Madrid. No se ha distinguido por nada especial y ha mostrado gruesas carencias. Su grado de ayuda en el juego es ínfimo y como rematador, la red que suele soportar los defectos de esta clase de delanteros, está casi in albis. Tiene la suerte de jugar en un equipo que ahora apenas le necesita y un entrenador que suele tener un ojo clínico para observar en los jugadores las virtudes que pasan inadvertidas a todo el mundo. Veremos.

Modric, perseguido por Thomas, Herrera y Saúl (de izquierda a derecha), el pasado domingo en la final de la Supercopa.

El partido se resolvió en los penaltis, territorio muy seguro para el Real Madrid. Desde la eliminación con el Bayern en 2012, el Madrid no perdona en una suerte donde se siente más cómodo que nadie, quizá porque ha interiorizado la solvencia a fuerza de alcanzar finales y ganarlas. Llegó apurado al carrusel de lanzamientos, después de una prórroga favorable al Atlético de Madrid, que también tuvo buenas noticias: Morata ha elevado tanto sus prestaciones que por fin parece el futbolista con empaque que tardaba en concretar sus cualidades. Definitivamente pareció un delantero adulto, temible. El encuentro quedó simbolizado por la falta y expulsión de Valverde, erigido en un centrocampista de talla mundial- en su persecución a Morata en el último minuto. Fueron los dos grandes protagonistas de la noche.

La densa malla de centrocampistas funcionó peor que en la semifinal, pero es una alternativa magnífica. Zidane ha aprovechado la Supercopa como perfecto banco de pruebas. Por lo que se ha visto, sabe que su equipo es versátil, adaptable a todas las circunstancias, fiable defensivamente, con un portero que ha recuperado el crédito perdido y con una gran variedad de jugadores. Sólo se puede hablar de gran éxito del equipo y de Zidane cuando se gana un torneo sin Hazard, Benzema y Bale. Desde esta perspectiva, el Madrid sólo puede mejorar su rendimiento, que ya es excelente.