Tu vecino futbolista
Siempre que paso por Bilbao, le digo a mi amigo Galder Reguera, compañero en esta sección, que le envidio una de las ventajas de ser seguidor del Athletic Club: la proximidad con sus ídolos. Uno pasea por la ciudad y coincide con antiguos jugadores rojiblancos, que siguen viviendo ahí y forman parte de la vida social de Bilbao. Esta continuidad en el tiempo es un lazo emocional y una forma de nostalgia que, imagino, no debe tener precio. Hace años que los aficionados del Barça perdimos este contacto directo con nuestros jugadores, y supongo que a los del Real Madrid, Atlético o Valencia les sucede algo parecido. Por eso gritamos de alegría cuando vemos a alguien como Ter Stegen, que vive en el centro de la ciudad y el domingo sale a comprar los cruasanes en bicicleta, y no en una urbanización ultraprotegida en las afueras. Pero aparte de algún caso aislado, ¿dónde conseguimos los culés la dosis de proximidad, esa sensación de que el jugador que triunfa podría ser tu vecino? Pues de los jóvenes de la cantera, de las promesas que nacieron en el pueblo de al lado —ya sea Reus, Ciutat Badia, Terrassa o la Pobla—.
En los últimos 20 años hemos disfrutado de esta conexión con muchos jugadores, pero hoy las exigencias del club con La Masia, más la presión del mercado para fichar a la próxima promesa, han creado una nueva forma de nostalgia: seguimos con apego al jugador que pudo haber sido y no fue, al que era pero acabó yéndose, al que quizás un día volverá. Así, cada lunes repasamos las ligas extranjeras: en Japón somos del Vissel Kobe, por Iniesta, Villa y Sergi Samper; celebramos los goles de Pedro con el Chelsea; seguimos al Wolverhampton para ver la fuerza de Adama Traoré; nos preguntamos si Jordi Mboula tiene minutos en el Brujas, y vemos en Youtube las diabluras de Deulofeu con el Watford. Ahora a la larga lista hemos añadido el Betis, que durante seis meses disfrutará del juego de Aleñá. Le desearemos éxito en su exilio, con un poco de egoísmo, para que el próximo entrenador del Barça traiga de vuelta al chico de Mataró.