El cántaro ya estaba roto

Hubo un espejismo: cuando Luis Suárez le centró a Arturo Vidal y éste marcó como si fuera agrimensor. El cántaro parecía reparado. Pero de pronto al Barça se le volvieron a romper los fusibles y acabó dejando que el Espanyol pusiera de su lado la rivalidad local. Aquel espejismo del uruguayo puso de manifiesto una realidad mediocre: fue el único que se preocupó por el resultado. Los demás, Griezmann y Messi dejaron que el partido circulara sin entusiasmo ni calidad. Parecía que habían ido a ganar a Cornellá, pero desde el principio le concedieron al Espanyol la iniciativa. El empate fue un regalo de Reyes de los blanquiazules, porque la defensa azulgrana les dio tanta cancha que parecía que ni habían hecho el viaje. Tenían roto el cántaro.