Cena recalentada
Si algo olía a quemado en el Camp Nou, hacia el final del partido entre Barça y Real Madrid, no eran solo los contenedores que ardían en las calles. Había algo más. Viendo a los dos equipos luchando para culminar el empate a nada, dialogando en pos del absurdo como en una obra de Samuel Beckett, quedó claro que uno y otro eran la antítesis perfecta: hoy el Madrid tiene fútbol y poco gol, y el Barça tiene mucho gol y más bien poco juego. En la rueda de prensa posterior al partido, Valverde dijo: "Lo normal es esto, no meterles cinco", pero precisamente los Clásicos son grandes porque no los domina la normalidad. Pensaba en todo ello mientras se dispersaba el humo, tras el partido, pero el olor a quemado seguía en mis narices y entonces comprendí que lo que habíamos visto era una cena recalentada varias veces.
Este plato tan suculento lo metió en el congelador Javier Tebas el pasado 16 de octubre, con una urgencia y un celo desmedidos. Recapitulemos. Faltaban diez días para el partido, que debía jugarse el 26, y con su decisión creaba una alarma excesiva, además de demonizar aun más el conflicto político en Cataluña. Su principal argumento no era la seguridad de los aficionados, sino que no se "pisotearan los símbolos nacionales". Quizás también conviene recordar que en ese momento la suspensión del Clásico le iba mejor al Real Madrid que al Barcelona. Los de Zidane acababan de perder en Mallorca y seguían lastrados por una plaga de lesiones, mientras que los blaugranas habían ganado al Eibar con un buen juego de equipo (aunque después se ha visto que solo era un espejismo).
Luego Tebas quiso sacar el partido del congelador varias veces, para jugarlo el 4 de diciembre, para cambiarlo de sede, para buscarle un horario en el 18 de diciembre que no afectara a los partidos de Copa. Con tanto movimiento, el festín se echó a perder y una vez recalentado no supo a nada, ni siquiera con la salsa del VAR o las reivindicaciones de Tsunami Democràtic. Bueno, y que Valverde metió a Ansu Fati demasiado tarde.