El Real Madrid gana el partido del empaque

La percepción es más importante en el fútbol de lo que parece, y un modo de comprobarlo fue el partido del Camp Nou. La realidad después del Clásico es que el Barcelona encabeza la Liga, dato que su hinchada sólo puede esgrimir de manera defensiva. No le faltaron las oportunidades —Jordi Alba falló el único mano a mano del encuentro— que en otras ocasiones ha aprovechado con precisión de cirujano. Sin embargo, el Real Madrid salió más fortalecido que el Barça. ¿Por qué? Por la percepción que dejó el duelo.

El Madrid viene de dos tristes temporadas en la Liga. Parecía un equipo fatigado, exprimido, descuidado muchas veces, y tardaba poco en confirmarlo. Estaba fuera de combate a mediados del campeonato. Transmitía malas vibraciones y se detectaban en el ambiente. No era un equipo fiable. Esta Liga comenzó con síntomas similares, después de un atroz verano de amistosos. La desconfianza de su hinchada era visible en la grada: el estadio Santiago Bernabéu no se llenaba.

Sin ser radical, el Madrid todavía no está cerca de su plenitud, el cambio es notable. Por el camino, no ha logrado derrotar al Atlético de Madrid, Valencia, Barcelona y PSG, estadística que no debería desecharse, pero que no impide reseñar la sensación de optimismo que invade a sus aficionados. Por si acaso, el estadio madridista vuelve a llenarse.

La principal cualidad del Madrid en el Camp Nou fue el empaque, una autoridad en su propuesta que afectó sin paliativos al Barça, empequeñecido y sufriente. Le cuesta una barbaridad gobernar los partidos, problema muy grave para un equipo que hizo del gobierno su primer objetivo. Durante años, en España se jugó a lo que quería el Barça y en algunos años nadie rechistaba. Ya no ocurre.

Fede Valverde remata desde la frontal del área en el Clásico disputado en el Camp Nou el pasado miércoles.

Al tiempo, el desgaste, el ocaso de la mayoría de sus mejores futbolistas y el devastador efecto del caso Neymar, hay que agregar el fracaso en la política de fichajes. Tres directores deportivos en los últimos cinco años no han detenido la erosión. Al contrario, la han magnificado. Ninguno de los muchos y muy caros fichajes efectuados desde 2015 ha tenido un impacto renovador. Peor aún, se puede hablar de fracaso en los casos de André Gomes, Coutinho y Dembelé.

Cuesta creer que Semedo, Lenglet, Arthur como jugadores relevantes en dos o tres años. Probablemente no seguirán en el club. Griezmann no es ni de lejos el factor diferencial de un jugador que ha costado 120 millones de euros. Mal pronóstico para un equipo donde Messi, Luis Suárez, Piqué, Busquets y Jordi Alba se encuentran en la recta final de sus carreras y todavía son los mejores de la plantilla.

El Madrid le expuso ante su cruda situación, sólo aliviada por el factor Messi. El Barça reconoció su inferioridad con una defensa hundida en su área y un centro del campo desarticulado, sin criterio para responder a la energía y firmeza del Real Madrid, que desaprovechó su superioridad por falta de contundencia (sin Cristiano la vida es dura) y por su obstinación en colgar centros, problema que agravó Mendy, el más frecuente y el menos hábil para colgar la pelota. Su único acierto, el pase de gol a Bale, fue anulado por fuera de juego.

A una excelente primera parte, con Casemiro, Isco y Valverde como principales protagonistas, le siguió un irregular segundo tiempo. El desgaste físico se hizo notar. Sorprendió el cambio de Valverde por Modric, porque el joven uruguayo transmitía potencia y recorrido. En cuanto a Modric, su breve presencia pareció muy escasa. No es un chaval, pero todavía es capaz de ofrecer registros extraordinarios. Lo discutible en el Real Madrid fue, en cualquier caso, mucho menos importante que lo positivo. Esta temporada no se abandonará a la molicie. Quiere este campeonato y lo demostró en el Clásico: el empate dijo menos que las percepciones.