El hombre tranquilo ante la tormenta

Ernesto Valverde ha mantenido en el banquillo del Camp Nou una manera de ser que le ha costado no pocas críticas entre un sector ruidoso de la afición que prefiere entrenadores con aspavientos a tipos que sepan navegar serenamente en aguas turbulentas. Se le reprochan más cosas a Valverde que las que se le reconocen. Hay que recordar que cuando debutó en el banquillo blaugrana se encontró con el terremoto Neymar: lo tuvo durante una pretemporada que fue lo más parecido a un culebrón de verano (la del ‘Se queda’ de Piqué) y lo perdió días antes de jugarse la Supercopa de España ante el Madrid, que le dio un soberano repaso. Se sobrepuso a ese fuego amigo y ganó la Liga y la Copa del Rey esa temporada. No se le tuvo en cuenta porque, al parecer ambas eran obligatorias. Al curso siguiente, volvió a ganar LaLiga y perdió la final de Copa tras caer en semifinales de la Champions. Podría decirse que se quedó a un gol del Triplete, pero lo dirían otros.

Él jamás dirá nada a su favor. Tiene las espaldas lo suficientemente anchas para aguantar rumores sobre su destitución, sobre su dimisión y sobre su control del vestuario. Ahora, vuelve a afrontar el partido por el que se juzga a los entrenadores culés: el Clásico. El curso pasado jugó cuatro y ganó tres, dos por goleada, y dos de ellos en menos de una semana. Otros hubieran sacado pecho. Él no. Ernesto Valverde sigue siendo el hombre tranquilo en la tormenta.