El héroe inesperado de Budapest
El Espanyol estuvo contra las cuerdas en Budapest, como en Glasgow en aquella final de la UEFA en la que nadie daba un duro porque el marcador se moviera (2-1). Pero ocurrió un milagro, el gol de Jónatas, como anoche apareció la cabeza de Darder en la última jugada del partido que valió para darle el liderato al equipo de Machín y alargar a 26 partidos ya la racha europea. Un récord que quedará para siempre. Pero antes de la cabeza de Darder, el balón y el milagro al lado del Danubio lo firmó Pipa, ese jugador marginado (en cuanto a participación se refiere) por Rubi, Gallego y Machín: el curso pasado no jugó y este acumula solo unos minutos en Vigo en LaLiga y a ratos en Europa. De sus botas nació la jugada del 1-1, que hubiera firmado el mismo Vargas, como también la del 2-2, ese desborde y centro con la izquierda, canela fina, como dirían en el vestuario. La reivindicación del lateral, que podría salir cedido en enero, fue tan oportuna como sorprendente.
La irrupción de Pipa deja también otros debates abiertos, menos positivos. El rendimiento de otros jugadores fue más dudoso, como la falta de forma de Iturraspe, quien juega con intermitencia; o las dudas de Calero, que sigue en esa espiral que convierte a un futbolista prometedor en un defensor agrietado. Lozano sigue cumpliendo expediente, como Campuzano. Pero, entre tanta crisis del gol y del ataque, surgió Pipa, el héroe que nadie esperaba. La sonrisa del Danubio.