Rubiales y el pressing catch

Últimamente miro la Selección como miraba el pressing catch de niño. Sólo me falta Héctor del Mar anunciando golpes a la altura del bañador pero el resto es parecido. El desfile interminable de personajes pintorescos, ese hablarle a la audiencia a corazón abierto de Rubiales como un Hulk Hogan trajeado pero igual de salvapatrias, el salseo entre bambalinas, los guiones demenciales, los guantazos de cartón piedra… Y muy al fondo el cuadrilátero. El campo de fútbol con una Eurocopa a la vuelta de la esquina casi como justificación de todo lo demás. La última Royal Rumble ha estado entretenida. Robert Moreno (Del Mar le habría apodado el pardillo como hacía con todos los sparrings sin nombre) se mantuvo en pie hasta el último combate. Luis Enrique entró a última hora para llevarse el cinturón. Como cuando veía el wrestling de pequeño me pregunto dónde queda el deporte en todo este circo.

Celebro tanto el regreso de Luis Enrique como temblé con la designación del advenedizo Moreno. Por razones evidentes es el más capacitado de los dos para el puesto. Su vuelta será buena para la Selección pero no tanto el modo en el que se ha producido. Admiro la determinación y el empuje que demuestra en el momento más complicado de su vida. También comprendo sus motivos para apartar a Moreno. En cambio, no me cuadró tanto el relato de la Federación y me falta conocer la versión del defenestrado. Sobra esta crudeza de Luis Enrique con su antiguo segundo y me apena que la Selección se haya convertido en el escenario público de enganchadas que deberían ser privadas por el bien de todos. Resulta curioso que a tipos que siempre presumen de valores les fallen tantas veces las formas.

Molina, Luis Enrique y Rubiales, ayer en Las Rozas.

Ahí entra Rubiales, genio de la antidiplomacia. Cuando le veo pienso en la frase que le espetaba Di Stéfano a Cota, portero en el Valencia durante una de sus etapas como entrenador en Mestalla. Se arranca a dar explicaciones alambicadas sobre cualquier tema y ya noto el picorcito. Cuando el presidente va por el tercer quiebro de guion frente al micrófono en mi cabeza sólo suena la Saeta recitando una frase eterna: "No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no te metas las que vayan fuera". De charco en charco pero estamos clasificados y mañana habrá otro combate. Así es la España de Rubiales, un espectáculo extravagante como el pressing catch.