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Se llama libertad de expresión

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"Cada vez que Miguel Ángel Ramírez habla, alguien se molesta". Esto dijo hace unos meses en estas mismas páginas Néstor Doreste acerca del presidente de Las Palmas, un club que tenía mucha vida, toda la que cabe en 56 años de historia, antes del año 2005. Mucho antes, en 1951, llegó Doreste, en calidad de socio, a la UD. Desde luego, una voz más que autorizada para hablar de la entidad amarilla, que vive tiempos convulsos, errando permanentemente el rito, acaso empeñada en equivocarse de enemigo, continuado su desprecio a quienes dejó de tratar como aficionados para convertirlos en clientes. La personalización del éxito y ahora también del sentimiento es la última muesca de un revólver que apunta a una masa social contra la que no puede, por más que le gustaría, ni el propio MÁR.

La rueda de prensa que ofreció Ramírez el pasado jueves es digna de estudio. De un tiempo a esta parte, el máximo dirigente amarillo da síntomas de desgaste, sinónimo de derrota, de la batalla que el propio club empezó. Siempre gallardo ante un micrófono, golosina periodística por su facilidad para fabricar titulares, se atrevió a decir, por ejemplo, que “si estás en contra del presidente de Las Palmas, no te abones”. ¡Toma ya! Queriéndote convencer de que ambos son lo mismo, invitándote a pensar que no es algo compatible. Afirma también que escribir en Twitter #RamírezVeteYa o #RamírezVendeYa implica “retar” al club. En realidad, se llama libertad de expresión. Qué más da. O estás conmigo, o estás contra Las Palmas. ‘Divide y vencerás’, pensarán en la UD. Pero el tiro se lo están metiendo en el pie.