La llama olímpica guía a Pau Gasol

El anuncio de Pau Gasol ya avanzada la noche del miércoles nos sumergió inicialmente en un torrente de dudas, porque detrás de su rotura de contrato con Portland Trail Blazers, con los que no ha llegado ni a debutar a causa de su persistente lesión, sobrevolaba la posibilidad de una inminente retirada. De momento, ese temor no se ha confirmado, aunque tampoco se ha evaporado del todo. Pau lleva sin jugar un partido oficial desde el 10 marzo, hace más de ocho meses, y la recuperación de su pie izquierdo todavía no otea la luz en un horizonte cercano. Por el camino ha encadenado tres equipos en los que su maltrecho físico ha precipitado el divorcio. Salió de San Antonio Spurs en pleno curso, apenas jugó tres encuentros con Milwaukee Bucks, y ni siquiera se ha estrenado con los Blazers, esa franquicia tan española por la que antes pasaron Fernando Martín, Rudy Fernández, Chacho Rodríguez y Víctor Claver… Gasol sólo ha vestido la camiseta para las fotos de pretemporada. Su evolución acumula más retraso del esperado.

Pau Gasol tiene un deseo, que roza incluso la obsesión: Tokio 2020. A sus quintos Juegos Olímpicos llegaría con 40 años recién cumplidos, una edad redonda para poner el broche a su ilustre carrera. El sueño se eleva a un podio donde Pau se visualiza junto a su hermano Marc, que seguramente también abandonará la Selección después de la cita japonesa. Esta hoja de ruta mantiene la esperanza del mayor de los Gasol a pesar de su lenta recuperación, y podría devolverle incluso al baloncesto europeo, donde ya se habla del Barça, si no encuentra un hueco en la NBA. En cualquier caso, ofertas no le van a faltar si consigue retomar el nivel óptimo. Porque el problema actual no es de mercado, sino de su preocupante salud. Y sólo la llama olímpica aviva la fe.