Messi, en una ilustración

Juega el Barça con ese aire tristón de los equipos que anuncian su caída. Le cuesta moverse con agilidad sobre el campo, el centro del campo ha perdido brújula desde que no está Rakitic y, por momentos, la tierra tiembla. Pero cuando la casa va a derrumbarse, siempre aparece Messi. Su primera parte fue una oda a la gestión de esfuerzos. Marcó de falta y de penalti e hizo dos esfuerzos defensivos. En uno, cortó el balón. En el otro, también. Pero le pitaron una falta muy dudosa. Y como la misma acabó en gol de Olaza, se sintió dolido y decidió hacer el 2-1 también de falta. Habría que congelar a este tipo.

Si el partido se resumiese en una ilustración y no en una crónica, la imagen sería la de Messi sosteniendo un gigante edificio azulgrana, concretamente de más de mil millones de euros de presupuesto que cada vez aparenta más grietas, en la fachada y en el interior. Pero de pronto por allí aparece Messi, que hace de botones, conserje, becario, cargo intermedio, directivo y consejero delegado. Como en el partido ante el Valladolid, él hizo todo lo que pasó en el partido. Resulta abrumador como figuras como Griezmann empequeñecen a su alrededor. Todo lo que pasó en el partido, en fin, lo hizo Messi. No es una buena noticia para el Barça, pero es un homenaje continuo al fútbol. Lo raro es que no hayan cambiado el nombre al edificio porque hace años que por días parece el Fútbol Club Messi.