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2019, el año de Lima

En esta ciudad en la que reinan el caos y la incertidumbre; en la que llegar de un punto a otro puede demorar lo mismo que un vuelo entre Madrid y Berlín; en la que todavía te meten un balazo para quitarte el celular… las buenas noticias son escasas. Muchas veces, además, los limeños tendemos a ignorarlas o, peor aún, a sospechar de ellas: demasiado bueno para ser verdad. En Lima no pasan esas cosas.

Pero sí que pasan. O están pasando. Todo comenzó con los Juegos Panamericanos. O antes, en realidad, una vez que se designó a Lima como sede. Los pesimistas, como suele ser en esta gigantesca ciudad, superaban a los optimistas: la capital no iba a estar a la altura de tremendo evento. Pero Lima, su gente, sus autoridades, sus deportistas, demostraron que sí podían hacerlo.

Los Panamericanos 2019 fueron una bocanada de aire fresco para una metrópoli que lucha día a día por no hundirse en sus problemas, en su corrupción, en su falta de ciudadanía. Los limeños se volcaron a los estadios, a los coliseos, a las piscinas. Fueron de Villa el Salvador al Callao y del Callao a Lunahuaná. Gastaron su dinero, utilizaron su tiempo, llevaron a sus hijos, a sus madres, a sus abuelas. Lloraron de alegría y también de pena, cantaron el himno a viva voz, aplaudieron a brasileños, mexicanos, puertorriqueños. Lima 2019 unió a una ciudad que vive en permanente estado de fractura.

Y ahora ha llegado, por sorpresa y por desgracias ajenas, la final de la Copa Libertadores entre dos de los equipos más importantes de todo el mundo: el Flamengo y River Plate, representantes, además, de los dos países más grandes de Sudamérica. Los ojos del continente y del planeta estarán puestos, una vez más -o, quizás, más que nunca- en Lima, una ciudad que crece a trompicones, y que se ha vuelto una de las más importantes a nivel comercial y de tránsito en el Pacífico.

Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, aclaró que el retiro del mundial sub 17 que iba a disputarse este año en Lima se debió a que el país vivía una transición importante -el presidente había sido vacado y se vivía una gran inestabilidad política en el país-, pero ahora la situación ha cambiado. El de Martín Vizcarra es un gobierno que cuenta con gran apoyo popular y goza de cierto crédito, algo que deberá aprovechar para cerrar con broche de oro un año histórico para la capital.