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Las condiciones del fútbol femenino han mejorado muchísimo desde que yo empecé a jugar hace un montón de años, allá por los años 80. Pero no penséis que han mejorado desde hace mucho tiempo, no. Yo diría que todo empezó a cambiar hace 4 ó 5 años. Las mujeres hemos pasado de no tener equipos donde jugar y limitarnos a disfrutar del fútbol con nuestros hermanos mayores, a que hayan equipos en casi todas las ciudades. Hemos pasado de tener los peores horarios y los peores campos, a jugar en el Wanda Metropolitano. Además, hemos pasado de llevar equipaciones tres tallas más grandes que nosotras y de cuarto o quinto uso, a llevar nuestro propio nombre en la camiseta. Ahora el entrenador no es un voluntario que gratuitamente hace lo que buenamente puede por entretener a un grupo de chicas que les ha dado por jugar al fútbol. Hoy en día, hay entrenadoras que estamos formadas y algunas pueden incluso vivir del fútbol femenino. Imagino lo que estáis pensando: WOW, ¿éstas de qué se quejan?

Nos quejamos de lo de siempre, de ser ciudadanas de segunda categoría. Ahora parece que todo el mundo apoya la igualdad, pero yo, no sé si creérmelo. Los clubes, las instituciones, la sociedad… todos apuestan por el deporte femenino. Pero ¿dónde están los derechos más básicos? ¿dónde se quedó la sensación de que todos somos iguales? Algo tan básico como cobrar y cotizar cuando desempeñas un trabajo (sea el que sea); el derecho a tener vacaciones (y no es por hacernos la típica foto en un yate); el derecho al paro (hasta los sufridores autónomos lo tienen); y un mínimo de seguridad de que si sufres una lesión o te quedas embarazada puedas seguir comiendo y pagando tus facturas, son derechos fundamentales para cualquier trabajador, ¿por qué para nosotras no?

Las futbolistas, ¿no piden mucho verdad? Sólo lo que como mínimo nos corresponde. Ellos nunca han tenido que pedir, ni luchar por sus derechos, porque los han tenido siempre, desde el mismo momento que nacieron niños. El fútbol femenino no es la parte Low Cost del masculino. Ha llegado para quedarse, así que o volamos todos con el mismo rumbo o lo único que conseguiremos es llegar con retraso a nuestro destino, gastar más combustible y entrar en una área de turbulencias que va a producir daños irreparables en nuestro avión.