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Enric Mas marca en el descuento

La temporada ha bajado el telón con el Tour del Guangxi, una prueba sin tradición situada por la UCI en el calendario como última cita del WorldTour por ese tozudo afán de globalizar el ciclismo. Como estamos con octubre bien avanzado, y como China aún nos suena lejos sobre una bicicleta, la carrera no ha tenido mucha repercusión. El aficionado ubica el cierre del curso en el Giro de Lombardía, una competición con solera, uno de los cinco Monumentos, que tiene el sobrenombre de la Clásica de las Hojas Muertas. Allí cayeron las hojas hace diez días, con victoria de Bauke Mollema y la segunda plaza del incombustible Alejandro Valverde. Lo que ha venido después, ya nos llega muy desenfocado. Como ese bis de un concierto que nadie ha pedido.

Al menos Guangxi ha servido para que Enric Mas no cierre el curso de vacío y haya tenido una despedida triunfal del Deceuninck, el equipo donde se ha hecho mayor. El ciclismo español tiene volcadas gran parte de sus esperanzas de futuro en este mallorquín, que el año pasado se destapó en la Vuelta a España con la etapa reina de Andorra y con el segundo escalón del podio. Mas prefirió cambiar de plan en 2019 para conocer el Tour de Francia, que saldó con un duro aprendizaje en el puesto 22º, a casi una hora del ganador, Egan Bernal, que es dos años menor que él. Enric cumplirá 25 el próximo enero. Y lo hará con el maillot del Movistar, el equipo que históricamente ha cargado con la responsabilidad de ondear la bandera española en la Grande Boucle. Los telefónicos han hecho una revolución en su plantilla, con once caras nuevas, de momento, y con tres de sus líderes fuera de sus dominios: Quintana, Landa y Carapaz. El balear debe asumir ahora unos galones de peso. Por eso es tan bueno que haya clausurado la campaña con el sabor de la victoria. Aunque haya sido en Guangxi. En el descuento.