Hay otra barrera para Kipchoge

Después de cruzar eufórico la meta en el parque Prater de Viena, después de abrazarse con su mujer y de celebrar su hazaña sin parar de correr, aparentemente fresco, como si no se hubiera vaciado al cubrir la maratón, 42.195 metros, en menos de dos horas (1:59:40) por primera vez en la historia, Eliud Kipchoge dijo ante el micrófono de Eurosport algo así como que había dado “un gran paso para la humanidad”. La frase recordaba a Neil Armstrong cuando pisó la Luna en 1969. En la previa del reto, el propio Kipchoge había comparado la tentativa con aquel hito del legendario astronauta. Y también con los pioneros que inauguraron la cima del Everest: Edmund Hillary y Tenzing Norgay, en 1953. La marca del keniano es estratosférica, no hay duda, aunque esos símiles grandilocuentes suenan más al bombo que ha rodeado al proyecto que a su alcance real. El desafío se había planteado como un asalto a los límites humanos, a una barrera todavía sin franquear. El africano puede estar orgulloso de su conquista, pero en un futuro debería intentarla de forma oficial.

El récord no será validado por la IAAF, porque no ha cumplido el reglamento internacional del atletismo. Ha dispuesto de avituallamiento móvil, de liebres que entraban y salían… El circuito no estaba homologado. También era una carrera sin controles antidopaje oficiales, aunque en este sentido se supone que el pasaporte biológico ya sirve de vigilancia. A pesar de ello, Kipchoge ha corrido la distancia con sus dos piernas. Eso nadie lo discute. El keniano ha protagonizado un logro extraordinario. Igual que hizo Jim Hines cuando bajó de 10 segundos en los 100 metros, o Robert Bannister cuando rompió la barrera de los cuatro minutos en la milla… Por eso, después de reventarnos las manos a aplaudirle, nos gustaría ver a Kipchoge bajar de dos horas en una maratón de verdad. Ya ha demostrado que lo puede conseguir.