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El orgullo evitó el KO

Vuelta a las andadas. Cuando Emmanuelle Bonaventure, un nigeriano velocísimo de 21 años que llevaba el número 42 a la espalda, perforó la nula oposición de Courtois en el mano a mano del descabello, el Bernabéu enmudeció antes de mostrar su cólera. Ese 0-2 antes del descanso ponía al Madrid de Zidane en el patíbulo, a punto de caer con los ojos vendados en un mar infectado de tiburones hambrientos. En ese instante de zozobra, de dudas existenciales y de sufrir un vértigo incontrolable, sonó mi teléfono. Era mi hijo Marcos, que este miércoles cumple 17 años. Le aseguré que el Madrid, su Madrid, nuestro Madrid, no le iba a fallar y le iba a regalar una victoria solvente y feliz. Un día me ahogaré en el pozo de la ingenuidad. El chaval no me dejó ni explicarme: "Papá, no aguanto más. He apagado la tele y me pongo ahora mismo a jugar a la Play. Este no es el Madrid". Nunca le vi tan enfadado ni irritado. Él es tranquilo y sereno. Suerte para él no parecerse a su padre. Pero es que lo del primer tiempo no tenía un pase. Era inadmisible. Y le entiendo. Él ha visto desde que nació cuatro Champions (en la Décima estuvo en el propio estadio), ha disfrutado con los Balones de Oro de Cristiano y en su mente infantil asocia el Madrid, su Madrid, a la Orejona y al himno de la Champions, nuestro himno oficioso. Pero en ese primer tiempo vio un equipo desnortado, sin brío, agujereado atrás en todas su líneas, sin pegada arriba, espeso en sus decisiones... Un Madrid irreal.

Factor Areola. Empecé a ‘recuperar’ a mi hijo en el descanso al conocer el doble cambio determinado por Zizou. Aunque fuera por problemas físicos, era evidente que Courtois no estaba para jugar. Al avisarle de que entraba Areola, el crío reaccionó. Le gustó mucho el francés el día de su debut ante Osasuna y ya me predijo que si nada se torcía podía acabar la temporada de titular. Nadie puede discutir la calidad de Courtois, pero es evidente que el zapato de la Cenicienta no es para él. Le viene grande y le desequilibra. Y si estaba enfermo, que por supuesto me lo creo, pues mal Zidane por no sacarle de inicio. Tibu, en lo que va de temporada, no está haciendo paradas de gol, determinantes, de las que minan la moral al enemigo. Justo lo que hizo Areola nada más salir. En una contra del Brujas, este francés que dejó buen recuerdo en su paso por el Villarreal evitó la debacle y el hat-trick de Bonaventure con una parada decisiva. Después de ese 0-3 de nunca jamás llegó el gol de la esperanza (el 1-2 de Ramos) y el fútbol testicular que desembocó en otro cabezazo racial de Casemiro. Un punto que puede ser de oro al final de esta tortuosa fase. ¡Qué suplicio!

James y Bale. Zidane los quería fuera en verano y sólo el 7-3 de Nueva York y las lesiones han logrado que al final se tengan que quedar en la nómina del Bernabéu. Pero en cuanto se ha vaciado la enfermería, ZZ los ha dejado en la grada sin miramientos. El míster debe recapacitar ya. No vamos tan sobrados de talento como para desperdiciarlo. Y menos con la Champions cuesta arriba...

No pierden la fe. La parada salvadora de Areola y el gol heroico de Casemiro mantienen viva la llama de una afición desconcertada que ve de lejos el fantasma de la Europa League. Me trasladan su inquietud Balbino, de la Peña Midelkerke de Brujas, Javi y Chema de la Peña Soriana, Toni de Gáldar Blanco, Pepe de Almansa y las peñas de Cedeira (A Coruña) y Chamartín-Utiel (Valencia). No se rinden.