Mi minuto de gloria en París

Me gasté los pocos ahorros que tenía. Cogí un vuelo Madrid-París el mismo día del partido y otro de vuelta ya de madrugada tras la debacle. Ni hotel ni nada parecido. Pagar 50.000 pesetas por ver a mi equipo del alma ante ese PSG que empezaba a asomar como un club millonario (con Weah y Ginola al frente) me parecía más que apetecible para hacer ese esfuerzo. En la ida había ganado el Madrid por 3-1. Ya me veía con un pie en las semifinales de la Copa de la UEFA, esa competición fetiche que en los años 80 nos dio dos títulos gloriosos (ante el Videoton y ante el Colonia de Littbarski).

Tras pasear junto a la Torre Eiffel y peritar todos los bares en torno al Parque de los Príncipes, más de 2.000 madridistas nos metimos ilusionados a las gradas. En Europa siempre nos cambia el humor. Para bien. Pero cuando fueron cayendo los goles de Weah, Ginola y Valdo, las frustración fue mutando en irritación. La famosa curva de los ultras del club parisino se cebaba mostrando banderas del Barça para regodearse más todavía. Pero llegó Zamorano (¡Bam Bam!) y con su gol agónico nos dio nuestro minuto de gloria. Exactamente lo que duró. Tras esos 60 segundos de engañoso éxtasis, un tal Kombouaré nos reventó con un cabezazo imperial. El regreso al aeropuerto fue entre el silencio y la rabia. No siempre fue fácil ser del Real Madrid...