OPINIÓN

La proeza era llegar

España está semifinales, una hazaña, créanlo. Porque la historia del Mundial nos dejaba una reiteración de quintos puestos, pero entre los cuatro primeros... solo dos veces.

Sergio Scariolo.
Ricardo González
Licenciado en Periodismo en 1997 y desde ese año redactor de Diario AS. Se apasionó del baloncesto europeo mucho antes, cuando era un niño en los 80, y en la actualidad es cronista del Real Madrid, del que ha cubierto más de mil partidos entre la ACB y la Euroliga. Estuvo en Japón 2006, en el primer Mundial que ganó España.
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No hubo heroicidad en la victoria ante Polonia, que pese a tener algo de veneno escondido era sin discusión la selección más floja de estos cuartos. Pero las conquistas de dos semanas no se abrazan de gesta en gesta, con una hazaña diaria, requieren también de pausa y de algo de trabajo funcionarial bien hecho. La victoria de tensión, la que nos hizo despegar tras caminar sobre el alambre, había llegado el viernes frente a una buena Italia. Quizá la mejor de los últimos años aunque con las mismas debilidades. Y el triunfo memorable lo logramos el domingo, cuando descabalgamos al ogro serbio y lo dejamos herido de muerte. Ahora, Argentina, en un partido descomunal, lo ha mandado a casa, o mejor dicho, a jugar por la quinta plaza, que es peor.

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España está en semifinales de un Mundial, esa es la gran proeza. Porque lo es, créanlo. La historia de nuestra Selección en las citas mundialistas nos deja una reiteración de quintos puestos (cinco, en concreto), pero más allá... solo avanzamos dos veces. En Colombia, en 1982, cuando se encendió la mecha del boom del baloncesto patrio (luego nos atracaron ante Yugoslavia en el duelo por el bronce), y en Japón 2006, donde hicimos cima con la medalla de oro. En fútbol, por ejemplo, la cuenta es parecida, un título, el de 2010, y un cuarto puesto en 1950.

En la lucha por el podio, decimos, y sin Pau Gasol, es más, sin ningún representante de los júniors de oro, algo impensable en 2010 cuando Teodosic nos abatió con un triple de nueve metros y se intuía el final de un ciclo que luego se ha estirado varios años más. Sin nuestra generación dorada, aunque gracias a ella por su legado, como pasa en Argentina, y con Sergio Scariolo, pieza clave en la construcción de un equipo más maduro, con experiencia pero sin la opulencia de recursos de la década anterior.

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