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De algunos futbolistas es mejor empezar a despedirse el día de su debut, no cuesta nada hacer las cosas bien. Recuerdo una serie de novias -más de una, menos de tres- que respondieron con un automático "mejor dejarlo ahora y no hacernos daño" a mi primer "te quiero", chicas inteligentes y elegantísimas, de las que pegan un portazo y te arrancan el aplauso. Todo cuanto sé de fútbol lo aprendí de ellas y, quién sabe, de haber sido más cauteloso quizás estaría hoy entrenando a la Real Sociedad o dirigiendo las operaciones del Chelsea, por decir algo. Pero me precipité, pequé de entusiasta, y todo quedó en unas cuantas lecciones sueltas: corta por lo sano, huye mientras puedas, no lo dejes todo para el final.

La noticia de que Messi podría abandonar el Barça en 2020 –gratis y al club que se le antoje, si es que se le antoja– ha cogido por sorpresa a una mayoría de aficionados culés que, como primera reacción, han optado por lo habitual en estos casos: matar al mensajero, culpar al periodista. Pero la cláusula en su contrato existe, confirmada por el mismísimo Gerard Piqué desde Nueva York en entrevista radiofónica nocturna (el catalán es el rey de hacer las cosas bien, no deja ni un solo detalle al azar), de ahí que la rabia inicial contra nuestros compañeros de El País se haya convertido en algo parecido a la melancolía preventiva. ¿Quiere esto decir que Messi se va del Barça? No, ni mucho menos, pero se ha abierto campo para pensárselo y ese día llegará tarde o temprano.

Messi saluda a la grada.
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Messi saluda a la grada.

Si alguien se ha ganado el derecho a decidir cuándo irse de su club, sin contraprestaciones económicas ni explicaciones, ese es el argentino. Nada se le puede reprochar en esto a una directiva que, en el peor de los casos, habría pecado por amor, como cualquier barcelonista. A Messi lo amamos por encima de todas las cosas y la única cláusula en su contrato que podría consolarnos, llegado el triste momento, es una en la que prometa llevarnos con él allá donde decida seguir con su vida... ¡Ay, Leo!