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Otro bajonazo. Y eso que el domingo empezó con buenas vibraciones. El Cadete B del Madrid ganó por la mañana al Barça el Torneo Glico, un clásico de la categoría que se jugó en el campo del Júpiter del barrio de la Verneda (Barcelona). Al mediodía el Cadete A conquistaba el TORCAF’19 en Alzira, derrotando en la final precisamente al Villarreal (3-1), después de haber ganado el derbi al Atlético en la semifinal (2-0). El día anterior el Castilla de Raúl sumaba su primer triunfo en partido oficial ante el Marino Luanco (3-1). Eran mensajes enviados por la cantera, que siempre ofrece un salvavidas cuando la cartera falla ("no vendrá Pogba porque es muy caro", esa es la versión oficial). El caso es que ante el Villarreal salvamos un punto gracias al doblete de Bale, que es nuestro mejor goleador exceptuando a Benzema. Lo malo es que empatas cerca del final y ni así recuperas la sonrisa. Es lo triste de este Madrid previsible de Zidane. Hemos perdido la magia, la capacidad para enamorar con carácter, con entusiasmo, con un equipo desbocado que se rebela contra la adversidad de otra forma más creíble. El Villarreal golpeó dos veces (con sendos errores de Sergio y de Varane) y es verdad que los goles de Gareth taparon la avería. Pero el Madrid juega como si condujese la pelota en un río plagado de caimanes. Va como temeroso, sin la fe del poderoso. La que exhibía en el campo con un tal Cristiano Ronaldo. Ese Madrid devoraba a los rivales con su puesta en escena. Ahora nos conformamos y resignamos, como refleja la frase final de Zizou tras el 2-2: "Nos quedamos con la reacción. Es importante no perder". Pues nada, tras la igualada ante el Valladolid y el empate en La Cerámica nos vamos a Cibeles. De empatito en empatito...

Bale y Ronaldo. Es curioso. Mañana se cumplirán 17 años desde la presentación de Ronaldo Nazario como flamante jugador del Madrid. Se fue en enero de 2007 con 104 goles en su maravillosa mochila. Pues Bale llegó a la misma cifra con su doblete en Vila-Real. Pero para el galés la sensación es agridulce. Alcanzó a un genio de la historia del club y salvó un punto, pero acabó expulsado por dos acciones evitables. No hay manera de terminar una comida sin que se nos indigeste el postre.

Penalti a Vinicius. Con el VAR tampoco tenemos el santo de cara. He visto detenidamente la imagen y se aprecia bien cómo Albiol golpea primero la bota de Vinicius antes de dar al balón. Ya sé que no es fácil de verlo en el campo, pero ya que está el VAR lo lógico es que hubiesen reclamado su presencia ante la pantalla para que Gil Manzano lo chequease. No tenemos suerte ni siquiera con la tecnología. Era penalti y eso podría haber cambiado el signo del partido.

Adiós, Keylor. Anoche se fue rumbo a París y hay que darle un abrazo emocionado por los tres años espléndidos en los que nos ayudó a ganar tres Champions. Viene Areola, que en El Madrigal dejó buen recuerdo. Pero yo estaba más tranquilo con Courtois y con Keylor, dos porteros de talla mundial. Areola ha tenido el OK del PSG para marcharse. Muy entusiasmados con él no debían estar. Me duele que en el Madrid se vayan los grandes sin poder decir ni adiós. Su última imagen como madridista ha sido en el banquillo aplaudiendo los goles de Bale. Todo aumenta la nostalgia y la sensación de abatimiento emocional. Encima ves al Atleti cuatro puntos arriba y levantando un partido que tenían perdido. La ilusión se alimenta desde los despachos y desde el banquillo. Las dos partes no han estado a la altura este verano de infausto recuerdo...

Vuelve Hazard. Al menos sabemos que tras el parón por el Virus FIFA estarán Hazard (él debe darnos esa magia que reclamo) y posiblemente James. Me trasladan su preocupación Alberto Herrero, de Calanda, mi amigo Nino Capel, de Albox, Toni y Juani de Gáldar Blanco (Gran Canaria), así como los amigos de la peña El Caldererillo de Montoro. Aquí nadie se rinde.