Estadios que suman puntos

A veces hablamos de "campos que ganan partidos" porque una transmisión es muy larga, porque hay que escribir casi todos los días y porque en la radio habrá que decir algo que no haya dicho el que ha intervenido justo antes. La mayoría de equipos del mundo sacan más puntos en casa que fuera, pero en la Europa del siglo XXI el "factor campo" ya no marca tantas diferencias como en los orígenes del fútbol, cuando se inventaron conceptos como "la media inglesa" o normas como el valor doble de los goles a domicilio a raíz del mérito superlativo que se le daba a todo aquello que se conseguía con el público en contra. Ahora hay mucho de tópico en aquello de los infiernos y las encerronas, pero algunos feudos conservan su carácter numantino y siguen multiplicando el rendimiento de sus anfitriones. En la Liga española, El Sadar es indudablemente uno de ellos.

Ayer lo visité por primera vez, y me pareció que no había nada de tópico ni de cantinela mil veces repetida en la fama que le precedía. Es difícil ver a un Barça más atascado, más incapaz de mover el balón con sentido, que el que se observó en la primera parte de Pamplona. Tuvo mérito Jagoba Arrasate con su planteamiento inteligente cerrando los espacios por dentro, pero la historia del partido no puede entenderse sin resaltar la electricidad que emanaba de las gradas y que contagiaba a los jugadores rojillos, pegajosos e intensos hasta el extremo.

Los jugadores de Osasuna celebran el gol con la grada.

Pero el gran milagro del Sadar llegó después, cuando el 1-2 y el enorme desgaste físico local hacían presagiar un desenlace claramente decantado hacia el lado del campeón. Osasuna estaba muerto, ya llegaba tarde a la presión y a las ayudas, pero resucitó con un cambio, con un tiro y con mucha fe. Jagoba introdujo a Villar, éste convirtió en una ocasión el primer balón que tocó y el estadio volvió a creer que era posible empatar pese a que no quedaba energía. La grada levantó a un conjunto agotado y lo empujó hacia un arreón que acabó con el penalti del 2-2. La inercia la invirtió el ambiente.