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Rakitic, el centrocampista

Si hay un oficio exigente, con una responsabilidad por encima de la media, con un desgaste físico y mental mayor que los demás y para el que hace falta un buen porcentaje de talento, ése es el de centrocampista. Quizás por eso dejé el fútbol serio con veintipocos, ahora me duele todo el cuerpo por las secuelas y baso mi actividad en ir a yoga o a pilates antes de alargar mi sueño en alguna que otra pachanga. Pero quizás, por eso también, hago a estas alturas la compra mirando por el retrovisor antes de coger el cartón de leche, por si alguien se adelanta; me perfilo adecuadamente para cambiar el sentido de la marcha rumbo a otro pasillo y conduzco el carrito con la cabeza bien alta para otear el horizonte y elegir con acierto alguna oferta o las sabrosas marcas blancas. Centrocampista se nace y centrocampista se muere. Es, con perdón de los centrales y sin molestar a los decisivos delanteros, la posición que marca el paso y dirige el tráfico. El Barça, protagonista de esta columna, así lo ha entendido siempre, hasta que Valverde ha abierto debates que sólo pululan en su mente y ha dinamitado una parcela que hasta ahora tenía más pinta de balneario.

Con sólo dos jornadas de Liga ha sucedido prácticamente de todo en su medio campo. Rakitic, que era fijo, ha sido suplente en ambos partidos. Arthur, el nuevo Xavi hace sólo un rato, se quedó fuera de la lista para Bilbao y sin minutos en el estreno en el Camp Nou. Busquets se llevó un mazazo en San Mamés que le hizo comenzar dubitativo y con errores antes de sacudirse un partidazo frente al Betis. De Jong participó ayer pegado a la banda izquierda por atasco. Sergi Roberto ya no sabe si ver vídeos de Cafú o seguir con la tercera temporada del Mago Iniesta. Aleñà tuvo 45 minutos de premio y confianza, y 135 de castigo. Vidal, el clavo ardiendo tantas noches, no compareció ante el Athletic y se puso a calentar este domingo como solución al 0-1... Y a Rafinha, el mejor hasta la fecha, lo han querido vender. En mitad de tanto esperpento sólo faltaría repescar a Rochemback de aquí al cierre de mercado.

De tal aluvión de dudas, a los enamorados de los centrocampistas nos preocupa qué va a pasar con Busquets y De Jong, porque veremos si maridarán en partidos de tronío, y si Arthur priorizará de una vez el fútbol y la cabeza por delante de la fiesta y sus caderas. Pero, por encima de debates y gustos, inquieta el futuro de Rakitic. Desde que llegó al Barça no ha habido un futbolista con mayor amor propio, con tal disciplina para ser un complemento a las estrellas con esa humildad para jugar más pegado a la banda, de interior o de pivote, con ese sentimiento por la camiseta, con su arte para resolver partidos claves, con el ansia de correr por él y por todos sus compañeros, con el don de ser Modric con gol y de parecer Schuster con educación. Puede que Bartomeu haga bien en contemplar al ‘4’ como moneda de cambio en varias operaciones que aún están abiertas. Su valor de mercado es innegable. Otra cosa es lo que decida Valverde. Y ahí hay gato encerrado. Ha pasado de defender su continuidad a ultranza a mostrarse tibio y esquivo. Él sabrá. A Rakitic todavía le queda mucha cuerda en el Barça. La RAE debería explicar con una fotografía suya, para no complicarse demasiado, qué significa la palabra centrocampista. Valverde debería recordar que, para tener centrocampistas tan completos como él, tendría que alinear a dos o tres candidatos a la vez para conseguirlo; y que con 31 años el yoga, los achaques y las mañanitas en el mercado aún pueden y deben esperar. Sirva Alves como ejemplo.

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