El Real Madrid regresa a la anarquía

El mismo equipo del pasado año, con el ingreso de James, que tampoco es nuevo en el Real Madrid, se pareció al equipo que desilusionó en el curso anterior. Completó una buena primera parte, sin excesos, pero se desinfló en la segunda, víctima de su dificultad para mantenerse entero y firme durante 90 minutos. Todo indica que el Madrid sigue siendo un equipo de momentos.

La novedad fue James, por el que se pelean, o se han peleado dos equipos importantes: el Nápoles y el Atlético de Madrid. Se le daba por perdido en el Real Madrid, que le ha tenido entre los transferibles durante el verano. James no jugó ni un minuto en la pretemporada, dato que servía para explicar su situación en el club. Su caso era el de Bale al cuadrado. No se le esperaba, pero figuró como titular contra el Valladolid.

Nadie sabe el destino final de Bale (104 minutos de acción en los seis partidos de pretemporada) y de James, aunque Zidane afirmó después del partido con el Celta que el delantero galés se quedará en el Madrid. En cualquier caso, dos jugadores que no contaron para el entrenador durante el periodo de preparación ahora adelantan a gente que tuvieron más y mejores oportunidades durante la pretemporada. La sensación es que nada está claro ahora mismo en el Madrid.

James funcionó bien en el primer tiempo, suelto, como le gusta y como le conviene. Fue el rematador más activo, con un par de remates de media distancia y un cabezazo. Al Madrid también le convienen los jugadores capaces de mover al equipo con inteligencia y buenos pases. Alrededor de James, el juego fue dinámico. Bale recordó en la primera parte al de Balaídos. Benzema, también. Kroos se animó a alcanzar posiciones cercanas al área, como en Balaídos. Había un interés evidente por presionar cerca del área del Valladolid. No faltaron las oportunidades. Nadie en el Bernabéu se lo reprochó al equipo.

Los reproches llegaron luego. El Madrid se cayó en la segunda parte. Volvió el desorden y los despistes de la Liga anterior, en la que cualquier equipo le daba problemas en el Bernabéu. Está claro que no es un equipo sistemático, metódico, sostenido por el rigor táctico. No le faltan buenas intenciones. Presiona los veinte primeros minutos antes de perder energía y atención. En el segundo tiempo prevaleció la anarquía. Zidane sospechó que el partido había que ganarlo al asalto y dispuso un inquietante 4-2-4. Servía para poner delanteros en el área y para favorecer los contragolpes del Valladolid.

Sergio, técnico del Valladolid, interpretó correctamente la situación. Ingresó Waldo, un delantero potente, de largo recorrido, y comenzaron las llegadas al área del Madrid. Quizá Zidane consideró que el ida y vuelta le favorecía a su equipo, con el Bernabéu hirviendo. En realidad, el Madrid empeoró y el Valladolid mejoró. El gol de Benzema se debió a su ingenio, un golazo donde había poco que rascar, pero el partido estaba roto y el Madrid había regresado al inestable estado de los últimos meses.

El gol de Sergi Guardiola, precedido por una magnífica diagonal de Óscar Plano, un excelente jugador, manifestó la vieja tendencia a la anarquía del Madrid, siempre permisivo a la hora de defenderse. Un buen gol beneficiado por el caos defensivo de un equipo incapaz de completar una buena actuación durante noventa minutos.