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Dembélé deja cartas en el aire

Si de los futbolistas hubiéramos sabido en la adolescencia todas las miserias que ahora son moneda corriente jamás hubiéramos querido tanto el fútbol ni a sus protagonistas. Por eso me fijo en Dembélé y en Coutinho. Al primero lo marcó el estigma de su fichaje, de cierta lascivia económica, y al segundo le pasa aún tres cuartos de lo mismo, con el agravante de ser el más caro de la historia. Eso se paga. El brasileño paseó aun anteayer aquella congoja que parece ya su forma de ser. Pero a Dembélé parece calmársele aquella morriña, y ante el Nápoles no sólo hizo un partido que le relacionó con la alegría, sino que además marcó un gol de buena factoría y tuvo un rasgo de humor que parecería raro en su compañero brasileño.

Bien es verdad que este gesto lo tuvo Dembélé con Griezmann. Ese encuentro de barrigas que quiso hacer con el nuevo francés del Barça resultó frustrado en un principio, y eso los hizo reír a los dos como dos muchachos que vuelven al colegio. Estos gestos me parecieron, por parte de Dembélé, cartas en el aire quizá para que se sepa que él puede ser tan simpático como Neymar y que tiene cintura para dar pases, como anuncia Griezmann que hará él mismo para que el mate siga marcando las juergas del vestuario en el que manda esa deliciosa bebida lenta del Cono Sur de donde vienen los imprescindibles Suárez y Messi.