Hartos del buen rollito con el Atleti

Me he despertado con la presentación de Mario Hermoso como nuevo jugador del Atlético de Madrid. Este mismo verano ya lo hice otro día con mi admirado Marcos Llorente. La temporada pasada le tocó el turno a Adán y a Morata (venía del Chelsea, pero el Madrid no le incluyó ninguna cláusula anti-Atleti). En otro contexto de comportamiento lo debería ver como algo normal. Es fútbol profesional y cuando un jugador no termina de entrar en los planes deportivos de un equipo lo suyo es buscarle salida hacia el club que más apueste por él. Se llame como se llame. Pero es que entre Madrid y Atleti la rivalidad vecinal es tan potente que es imposible abstraerse de la misma. Cuando el Madrid llamó en su día a la puerta de los todavía vecinos del Calderón para fichar al Kun Agüero (estaba ya todo cerrado con el argentino), el Atlético se cerró en banda aludiendo a que sus hinchas no les perdonarían semejante "tropelía". El guión se repitió con los amagos por fichar a Falcao y Forlán, y ahora últimamente con Lucas Hernández y Giménez. Los atléticos aplauden la cerrazón de sus directivos porque ya se sabe aquello de que "al enemigo ni agua".

Sin embargo, en mi Madrid parecemos como en la Biblia, empeñados en poner la otra mejilla. Marcos Llorente es puro ADN madridista y fue en el Alavés el mejor recuperador de balones de toda LaLiga. Ahora puede triunfar en el Wanda y apuesto a que acabará siendo internacional absoluto. Mario Hermoso ya ha jugado con la Selección y por solo 7,5 millones podíamos recomprarlo y sacar luego 40 por él. Al final, dejamos que se lo venda el Espanyol a los rojiblancos y encima parece que hay que celebrar que nos quedemos con las migajas (12,5 millones). No es victimismo, y menos ante un rival al que últimamente le hemos quitado dos Champions de la forma más gozosa imaginable, sino de demostrar al Atleti que en nuestra estantería tenemos reservado el derecho de admisión ante los posibles compradores que se acerquen. Los mensajes de muchos madridistas me dicen que empiezan a estar cansados de tanto buen rollito con aquellos que nos dicen de todo y hasta nos tiran ratas de peluche cuando nos acercamos a visitarles...