Dejemos las prisas en casa...
Tiempo de vacaciones. De merecido descanso, de romper con la rutina. De disfrutar. Las expectativas no pueden ser más gratificantes y el trámite del viaje por carretera hasta el lugar de destino se tiene que tomar precisamente como eso: algo que debemos superar antes de que llegue lo realmente bueno. Así que, ¿vamos a permitir que las prisas, la impaciencia o el estrés nos acompañen también estos días y nos amarguen la existencia? Seguro que no. Al menos no deberíamos. Entre otros motivos, por uno esencial. No sólo se trata de nuestra salud mental, que ya sería un argumento de suficiente peso, hablamos también de seguridad vial y todo lo que ella acarrea: riesgo de accidentes y una lista de víctimas que cada año nos hace preguntarnos qué sentido tenía esa urgencia o aquella imprudencia.
Cada conductor tiene en su mano un porcentaje significativo de la protección propia y de quienes le acompañan o rodean en el tráfico. Por supuesto que siempre existen factores que no se pueden controlar y pueden crear situaciones de apuro, pero incluso en ese caso una actitud adecuada ayuda a evitar el accidente o minimizar sus consecuencias. Se trata, desde luego, de una velocidad apropiada pero también de una conducción anticipativa, responsable, respetuosa, carente de distracciones y siempre adaptada a las condiciones generales que tanto pueden influenciarnos. Lo aprendimos al sacarnos el carnet, sólo que lo hemos ido olvidando hasta caer en la desidia. Enorme error. Un coche, desde luego también una moto, exige bastante más de cada uno de nosotros. Felices vacaciones.