Nadal, nacido para ganar

Rafa Nadal sumó su duodécimo Roland Garros y el decimoctavo Grand Slam de su palmarés. Muy lejos queda aquel junio de 2005, año en el que arrancó una serie memorable que hoy sigue vigente. Por entonces, Pau Gasol dejaba de ser rookie y ampliaba contrato con los Grizzlies; Alonso sumaba sus primeras victorias con Renault y comenzaba a atisbar que podría ser campeón de F1; e Iniesta aún no había debutado con España. Nadal es el más joven de ese póquer de ases del deporte español y el único que sigue ganando y batiendo récords alrededor del mundo.

Su idilio con la Philippe Chatrier se explica por su potencia e intensidad; su control de todas las situaciones del juego (ataque, defensa, contraataque); los ángulos que dibujan sus golpes y que hacen infinita la pista a sus rivales; la parábola de sus tiros liftados que hacen desaparecer la red; la táctica sabia con la que teje la telaraña que maniata a sus rivales; su inteligencia analítica para leer los partidos y encontrar soluciones sobre la marcha; esas piernas que le permiten llegar a todo; su condición de zurdo que le ayuda en el lado de las ventajas; su fortaleza mental, el control de sus emociones y su competitividad, que le garantizan afrontar cada punto con la mejor actitud.

Nadal es una máquina casi perfecta y lo volvió a demostrar en su partido 95 en París (solo ha perdido ante Söderling y Djokovic), ante un rival ocho años más joven. La leyenda infinita del deporte español nos sigue regalando domingos felices. Millones de niños en todo el planeta siguen viendo en él un ejemplo inmejorable en el que inspirarse. ¡Gracias Rafa!