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Esta final comenzó hace un año

La final de la Champions de hoy comenzó para Jürgen Klopp con la derrota ante el Real Madrid la temporada pasada en Kiev y se percibe un tremendo cambio de actitud doce meses después. A aquella disputa se llegó con la sensación de asombro (casi), de ser un invitado inesperado. Sin embargo, ahora el Liverpool aparece con las ideas claras, con una evolución evidente que pasa por unos laterales más experimentados que saben mejor que nunca cuando atacar y cuando defender, y una economización de los esfuerzos. Se presiona cuando toca y no siempre. Hay una madurez que se sintió con el 3-0 ante el Barcelona en Anfield. El Liverpool se echó atrás, tomo aire, estudió el momento y, confiando en poder marcar uno más, esperó hasta que se dieran las circunstancias. Está preparado para ganar a cualquiera. Otra cosa es ganar, claro.

El Tottenham ha llegado a Madrid fortalecido por la creencia en un estilo (variado, físico, intenso) y porque no cayeron en los momentos al borde del abismo; la moneda salió siempre cara (ante el Manchester City en cuartos y ante el Ajax en semifinales). La afición y algunos jugadores todavía hablan de asombro (bastante) por estar en la gran final y en las últimas semanas Pochettino ha insistido a los suyos que si hacen lo que saben pueden ganar, que no son solamente un invitado inesperado. Otra cosa es que, pese a ser inesperado, no se convierta en el centro de la fiesta. Estos spurs pueden y quieren volver a escribir un guión de momentos memorables para la historia.