La unión europea de Rubi
Europa, Europa, ¡Europa! Grítenlo, porque la palabra maldita ha dejado de ser un tabú en el Espanyol después de 12 años de sinsabores. Y todo gracias a la fe. A la convicción, si lo prefieren. A un entrenador que incluso cuando llevaba tres puntos sobre 30 posibles proclamaba que él no miraba al descenso sino hacia arriba. Siempre hacia arriba. Y a una plantilla que fue a muerte con sus ideas, que al principio parecían tan osadas como circular en sentido contrario, que en el medio recibieron críticas que hubieran hundido a cualquier trasatlántico, y que al final se han impuesto con el lustre y la gallardía con la que vencen los héroes. También la cúpula puso de su parte, al mantener al técnico en aquel socavón de diez jornadas, entendiendo que ningún proyecto goza triunfa sin antes haber sorteado curvas.
Crecieron (y de qué manera) los jóvenes, se revalorizaron los que no lo son tanto, quienes sentían la tentación de probar aventuras mejores ahora sueñan con permanecer en la ilusión europea y el capitán podrá disfrutar de este premio merecidísimo y tan anhelado justo en el año por el que renovó. Pocas veces un equipo creyó tanto en algo como lo han hecho Rubi y esta plantilla sin fisuras, ejemplo de una total unión europea. Hagan sitio en sus bolsos, bolsillos y equipajes, porque la temporada próxima harán falta carnets de socio y de abonado, por cortesía del club, y además el pasaporte. Y, pase lo que pase, ya nadie podrá arrebatar a la afición perica lo vivido el sábado en Cornellà, una locura absolutamente arrebatadora e indescriptible que acaso podría repetirse solo alcanzando, de nuevo, una final europea. Europa, Europa, ¡Europa!