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Malos tiempos. Una derrota más, un sonrojo menos que aguantar en este tortuoso final de Liga. Durante la retransmisión de beIN me llamó la atención que Roberto López Ufarte, un maravilloso extremo zurdo de aquella Real ganadora de dos Ligas en 1981 y 1982, dijese que sorprendía ver al Madrid derrotado en la última media hora, sin garra ni rebeldía por revertir la derrota. Lo dice con conocimiento de causa. En aquellos históricos duelos en Atocha el Madrid de los Camacho, Stielike, Juanito y Santillana sabía manejar mucho mejor el sentimiento. El fútbol debe vivirse con pasión, como la vida. No es una profesión, es un privilegio. Jugar con la camiseta del Real Madrid es un lujo al alcance de sólo 25 ciudadanos en el mundo entero. No saber valorarlo como merece es defraudar las ilusiones de miles y miles de chavales que matarían por jugar sólo un minuto en el Bernabéu. Ya me sé de memoria lo de “Roncero, entiéndelo, se han acabado los objetivos deportivos y es difícil que jueguen con la motivación necesaria”. Me rindo. Yo no valgo para aceptar un Madrid entreguista, resignado y sin alma guerrera.

Los jóvenes. Pero como en todo, hay excepciones honrosas que conviene valorar y resaltar. Uno se llama Brahim, 19 años. El otro Vinicius, 18. Dos talentazos que nos dibujan una sonrisa en mitad de la caída libre. El golazo que metió el malagueño en el arranque del partido será recordado en Anoeta mucho tiempo. Un gol MARADONIANO. No entiendo por qué Zidane lo cambió a falta de media hora. No estamos para permitirnos esos dispendios con uno de los pocos que está a la altura. Tampoco me explico que Vinicius sea suplente. En el escaso cuarto de hora de que dispuso rompió tres veces las cinturas de los zagueros donostiarras. Cada vez que el carioca coge la pelota provoca una marejada en el sistema defensivo rival. Ya imagino la temporada próxima un ataque con Brahim y Vinicius en las bandas, y Hazard en el enganche. Ese trío mágico pondrá en pie el Bernabéu y dibujará la necesaria renovación. Jugadores con hambre de gloria, con afán por triunfar en el mejor club de la historia. Los que tienen la barriga llena creyendo que con las cuatro Champions ya está todo hecho, pueden ir haciendo las maletas. En el Madrid no hay tregua, siempre debe cohabitar la exigencia con el afán de superación y la ambición ilimitada...

Anoeta, campazo. Les está quedando un estadio pintón y muy caliente. La cercanía de las gradas en los fondos hará que la Real vuelva a intimidar en su feudo. Ahora se respira más futbol en Anoeta, con la fría pista de atletismo ya desterrada. Los goles de Merino, Zaldua y Barrenetxea dibujaron su superioridad.

Courtois, mal. Paró muy bien un penalti a Willian José, pero en dos de los tres goles pudo hacer bastante más (sobre todo en el último). El belga está inseguro y tampoco le ayudan las debilidades defensivas de Marcelo, que ponen de los nervios a los aficionados. Tampoco Casemiro está para impartir clínics. Pero como Zizou los quiere, dos jabatos de la casa como Reguilón y Llorente pueden acabar yéndose. Todo muy estimulante...

Inquietud. Eso me transmiten Roque, de la Peña ‘Sentimiento Vikingo’ de Lepe, Javi de la peña We are the Champions (dio la cara en las gradas de Anoeta) y Paco Ortúñez, socio del Madrid desde 1970 y un merengue veterano y leal. Los tres rezan para que acabe ya esta tortura. No es una Liga, es una úlcera.