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El año de la madurez del Liverpool

Qué distinto, y a la vez tan parecido, es este Liverpool de aquel que se enfrentó al Real Madrid en la final de la Champions League del año pasado. Los nombres de los jugadores, quizás, no hayan cambiado tanto, y el entrenador sigue siendo el mismo, un genio alemán que le ha lavado la cara a un club histórico venido a menos, pero los reds que saltarán esta noche al terreno de juego del Camp Nou no tienen nada que ver con los de Kiev. Son otros, son los mismos, pero más maduros.

Atrás queda aquella imagen de equipo que sólo se mostraba excelso en el contragolpe y en el talento de su tridente mientras adolecía de un mediocampo del montón, una defensa que tiritaba y un portero ahora sumido en la infamia. Si la llegada de Van Dijk en enero les dio el salto de calidad necesario para llegar a aquella final, los fichajes de Alisson, Keïta y Fabinho y el pulimento de joyas como Alexander-Arnold y Robertson han permitido al Liverpool competir hasta el final las dos competiciones más importantes de la temporada.

La labor de Klopp, un entrenador del que se dice que sabe “lo que tiene que decirte para que mueras por él”, es extraordinaria no sólo por el rendimiento deportivo que ha sabido sacarle a sus jugadores sino porque ha demostrado ser capaz de hacerlo sin exigir un cheque en blanco a su club. Las cuentas de la entidad están saneadas y, además, ha conseguido convertir Anfield en un lugar en el que a las joyas de la corona de la plantilla -los tres de arriba más Van Dijk- les apetece quedarse.