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No se culpa a nadie, pero tampoco al árbitro

Oda al otro

Cuando acaba una Liga siempre pierde otro, u otros. Esta vez ha perdido el Atlético, un equipo al que ha asistido siempre la fuerza, pero que en el último decenio también ha utilizado la fantasía además de la pasión. Ahora el Aleti, que tiene una afición igualmente apasionada, compite con garantía en todas las zonas del fútbol de calidad, no se vale solo de la fuerza o del arrojo, y es tácticamente una de las sensaciones de Europa. Pero lo mejor del equipo que ahora dirige Simeone y que tiene entre sus coronas célebres la memoria de Luis es su afición, a la que Sabina destaca como su mejor jugador en su oda memorable.

El verbo inútil

Nunca ha sido el del Aleti un fútbol palabrero. De hecho, en Barcelona, antes de que Luis Suárez y Messi pusieran su asociación de gran autoridad sobre la mesa del partido, hizo un fútbol que estuvo por encima del equipo local en sencillez, rapidez y peligro…, excepto en algunas ocasiones, que fue cuando el colmillo azulgrana apareció para señalar a Oblak como uno de los grandes porteros del mundo. En esto pasó lo que ahora es un clamor rojiblanco: el verbo inútil de Diego Costa, que ha hecho de la voz extemporánea un arma inútil, dio al traste con una organización que lo requiere.

La culpa

La disputa de LaLiga ha dejado atrás algunas culpas notorias, porque el hecho de que el Madrid se haya descolgado tan rápido ha pasado factura al campeón de campeones. En un momento del partido ante el Éibar, tras el gol de éste, Alfredo Relaño puso de manifiesto algo que ya dijo Cortázar en un cuento suyo célebre: “No se culpe a nadie”. No lo dijo así el director exactamente, pero me sonó como el título del cuento: no era ocasión de ir culpando a unos o a otros, pero había en la desidia, en la falta de compromiso, una causa general de la pérdida de antiguas coronas.

A competir

Fue tal el inicio del descalabro que en el mismo Carrusel otro madridista de vocabulario apasionado, Tomás Roncero, cargó contra su equipo con una apelación al esfuerzo. Salvó de la quema a Sergio Ramos, que no estaba, y a Benzema, que luego salvaría al Real Madrid de una derrota que hubiera añadido cizaña a su corona. Como si lo oyera, el jugador francés le entregó a Roncero dos goles que ahora acercan al Madrid a su otro rival eterno, así que empieza por ahí otra Liga que tendrá cierta emoción porque el fútbol es esto, ganar para acercarte o ganar para que no se te acerquen.

Instantes de historia

La historia no está escrita antes de que se jueguen los partidos. El Éibar marcó donde parecía imposible y peligró el Madrid, y el Valencia, embalado para ganar piezas de otros más grandes, perdió ante el Rayo Vallecano que estaba hace nada en la casa de segunda. El fútbol se hace en instantes sucesivos, y un instante estás en lo alto y de pronto bajas del pedestal porque uno más modesto te rompe la puerta. Ahora estamos celebrando campeones, imperios, pero pasarán cosas, seguirán pasando, que darán también alegría a los modestos que ahí abajo están afilando colmillos desconocidos.

Serenos ganadores

Dejen que le dedique a Ernesto Valverde, entrenador del Fútbol Club Barcelona, y a su compañero de banquillo, Carlos Naval, unas palabras. Los dos juegan LaLiga del sosiego que hay que tener para lidiar con árbitros o linieres, con egos revueltos de toda clase, y nunca en este año que ahora es triunfal, cuando han perdido o cuando han ganado, han tenido un gesto, una palabra, que haya estado por encima de lo que la buena educación le exige a quienes desarrollan desde ese lugar peligroso la obligación profesional de ganar. Ni un desprecio al otro, ni una estridencia. Enhorabuena.

La frase

“No se culpe a nadie”. Título de un cuento de Julio Cortázar, autor de ‘Rayuela’ y ‘Los autonautas de la cosmopista’.