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España, un vendaval imparable

El viento soplaba con fuerza en Don Benito y, con su son, el cambio. Casi cincuenta años después, la Selección española femenina se ha alzado con la bandera de la igualdad, un derecho que lleva reclamando desde su primer partido internacional aquel 21 de febrero de 1971 en La Condomina. Pudo con Brasil, a la que ganó 2-1 en el Vicente Sanz y, ahora, también ilusiona, con el Mundial de Francia a la vuelta de la esquina.

Es la Roja, sin género, aunque con más lucha. La que ha golpeado puertas durante años pidiendo voz. Sólo eso le faltaba, atención. Una pizca de ella ha dado impulso a este deporte, insisto, sin género, que ya gana a combinados con años de recorrido y que no deja de batir registros. También manejan eso del tiqui taca al más puro estilo español y, con ello, quieren ir a por la primera estrella, que no hace tanto consiguieron sus homólogos masculinos.

Sólo han pasado cuatro años desde que una inexperta España perdía por la mínima ante Brasil en el Mundial de Canadá. Era el estreno en esta competición del combinado femenino. No llegó entonces el éxito en lo deportivo, aunque sí en los despachos. Desde entonces, el fútbol femenino se ha ido convirtiendo poco a poco en una realidad.

Aquellas jugadoras, en su mayoría, viven ahora del fútbol. Aunque quede margen de mejora, hay mucho por lo que festejar. Si en 1971 se hubiese planteado que una mujer podría vivir de este deporte, muchos hombres hubiesen puesto el grito en el cielo. Ahora, pocos lo hacen. El vendaval viene fuerte y nadie se atreve a pararlo. Los niños y niñas comienzan a pedir sus camisetas, ya firman autógrafos y tienen las cámaras tras sus cogotes. Esta vez se ganó y por primera vez a Brasil, pero si no se hubiese hecho, seguiría ganando el fútbol, y no sólo el femenino.