Zidane entra en el pantanoso terreno del jugador familiar
El único riesgo actual de Zidane es la pérdida del encanto en los dos últimos meses del campeonato. Ocupa una posición tan sólida que puede permitirse todos los experimentos que tenían prohibidos sus predecesores. Elegir a Luca Zidane como titular es uno de ellos. Pocas decisiones elevan más el calor de los debates que la presencia del hijo del entrenador en la alineación. Se combinan todos los ángulos posibles para la polémica: desde las sospechas de nepotismo hasta la desconfianza en el elegido, muchas veces inmerecida. Suele ser un problema para el técnico, el jugador y el equipo, donde a las sospechas sobre esta clase de decisiones se añade la figura de un familiar del entrenador en el frágil colectivo de secretos y vanidades de una plantilla.
No es habitual que coincidan hijos y padres en los equipos de Primera División. Johan Cruyff no dudó en ascender a su hijo Jordi hasta el primer equipo, en medio de un clima de murmullos y críticas que no favorecieron a ninguno de los dos. Jordi Cruyff fue un buen futbolista, con una competente trayectoria. Pasó por el Barça, Manchester United y el Alavés que alcanzó y perdió la final de la Copa de la UEFA contra el Liverpool. Soportó un peso inicial que quizá le impidió desarrollarse con naturalidad en un mundo extremadamente competitivo. A Johan Cruyff también le pasó factura. Se debilitó frente a los directivos críticos después de los cuatro años de hegemonía en España. La elección de Angoy, su yerno, como portero del primer equipo agitó todavía más las críticas.
Es difícil salir indemne de estas situaciones, donde técnico y jugador, padre e hijo, aparecen en situación vulnerable. La dificultad se acrecienta en un club como el Real Madrid, donde todo se escruta, donde casi nada queda al margen de la crítica. Cualquier entrenador puede fallar en la elección de un jugador, en la confección del equipo. No le impide encontrar amparo o comprensión. No ocurre lo mismo cuando el elegido es un hijo. Son casos que exceden emocionalmente lo futbolístico y que suelen abrir la caja de Pandora.
La única posibilidad de éxito es que el hijo no tenga ninguna contraindicación como futbolista. En el caso del Real Madrid eso significa que tenga el perfil de un gran portero, de un fenómeno indiscutible. Ante eso no hay polémica posible. No es, ni mucho menos, lo habitual, pero puede ocurrir. En su regreso al Real Madrid, Zinedine Zidane envió un mensaje meridiano con respecto a los porteros del equipo. “Tenemos tres grandes porteros, Courtois, Keylor y Luca”, afirmó. Fue un aviso para navegantes. Estaba dispuesto a dar una oportunidad a su hijo. Se la ha concedido inmediatamente.
Luca jugó contra el Huesca, observado al microscopio. Las hinchadas suelen ser condescendientes con los nuevos, pero en este caso se midió al joven Zidane sin excesos, pero con algo más de severidad. Pesa mucho el apellido. No debió de ser una prueba fácil. Recibió pronto un gol y otro en el segundo tiempo, frente al último clasificado. Nadie se lo reprochó. Es un portero con menos kilos y centímetros de los que se estilan entre los guardametas de hoy. Dio señales de personalidad y destacó con el pie, especialmente en un saque perfecto para el contragolpe que estuvo a punto de generar un incendio en la defensa del Huesca. Son los primeros apuntes de un portero que tendrá un doble trabajo: confirmar su calidad para establecerse en el Real Madrid y vencer las sospechas que irremediablemente se instalan en estos casos. Se le viene un trabajo complicado. A su padre, también, aunque ahora dispone del crédito y los galones para tomar decisiones de este calibre.