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Optimismo de amplio espectro

La Selección comenzó su recorrido hacia la Eurocopa 2020 con un aire renovado, pero sin los estereotipos que suelen acompañar a los grandes cambios. Fue sincero Luis Enrique cuando evitó la palabra revolución para definir su última lista. Al contrario que Joachim Löw, que ha decidido rejuvenecer radicalmente a la selección alemana, el técnico español ha abierto un espectro sin apenas límites. La llamada a Navas, después de cinco años de ausencia, coincide con la convocatoria de Parejo, un prestigioso veterano con sólo siete minutos como internacional, o el debut de Jaime Mata, que ingresó en la Primera División semanas antes de cumplir 30 años y que todavía no ha cerrado su primera temporada en el Getafe.

El mensaje es que todos tienen espacio en el equipo si acreditan los méritos suficientes. Por lo que se vio frente a Noruega, es una buena idea. Hace ocho años que España no gana nada. No ha atravesado los octavos de final en los Mundiales de 2014 y 2018. Tampoco en la Eurocopa 2016. Después del mágico periodo 2008-16, el fútbol español ha regresado a su vieja situación: preponderancia de los clubes, con victorias y finalistas en la Copa de Europa y en la Europa League, sobre la Selección.

Al menos se ha disipado una duda. Antes del éxito en la Eurocopa 2008, se había instalado una especie de pesimismo histórico, que impedía pensar en un gran título para la Selección. Se hablaba de los cuartos de final como un techo insuperable y se establecían todo tipo de teorías para explicar los constantes fracasos de España en el Mundial y la Eurocopa. Tres campeonatos consecutivos (2008, 2010 y 2012) desmintieron aquel relato deprimente. España ha vuelto a la decepcionante posición anterior a la Eurocopa 2008, pero ya no hay razón alguna para pensar en tristezas irremediables.

El seleccionador considera que la construcción del equipo será minuciosa y que no vale la pena refugiarse en la nostalgia. Tiene razón. Atrás, muy atrás, ha quedado una época excepcional, con unos jugadores que triunfaron en la Selección y en sus equipos. A veces queda en el olvido que todos los titulares del equipo ganador del Mundial 2010 fueron campeones de Europa con sus clubes, salvo Capdevila, del que no se recuerda un error en aquel torneo.

Luis Enrique quiere enviar un mensaje realista: el fútbol español está entre los mejores del mundo, pero hay que cribar mucho para encontrar un equipo de garantías. De ahí su lista mental de 60 jugadores y la convocatoria que redactó para los dos partidos de marzo. Pudo acudir a los jóvenes, como Löw en Alemania, o abrir una propuesta de amplio espectro. Se ha inclinado por esta posición.

La respuesta del equipo fue más que buena. A un primer gran tiempo le siguió una buena segunda parte, condicionada por la ansiedad que siempre provoca una renta mínima. Fue un equipo dinámico y creativo, con los laterales tan profundos que no merecieron la etiqueta de carrileros. Extremos puros, eso sí. Había expectación por el rendimiento del combo Busquets-Parejo, inédito a pesar de la larga y distinguida carrera de los dos centrocampistas. Busquets se ocupó más de la vigilancia defensiva y Parejo dirigió las operaciones. Mezclaron bien, o eso pareció.

Tan novedosa o más fue la utilización de dos delanteros centros. Siempre expuesta al debate en la delantera –ariete clásico o nueve escondido-, Luis Enrique eligió dos en lugar de uno. Morata y Rodrigo juegan en la misma posición, pero sus características son muy diferentes. No se estorbaron. Fueron compatibles. Jugaron bien. Rodrigo marcó y Morata edificó la jugada que precedió al penalti. Solo se atisbó un problema: la imprecisión de Morata para sacar ventaja de sus numerosas oportunidades. No le salió el alma de ganador. No sabemos si la tiene.