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Jaime Mata se ha pasado el juego

El deporte rey siempre vence a la ficción. En los videojuegos, al fútbol se juega desde la óptica de dirigir un equipo, bien sobre el campo intentando ganar partidos, bien desde los despachos trazando los objetivos del proyecto como manager todopoderoso. Pero se podría jugar desde el punto de vista de un futbolista, empezar en juveniles y conseguir que nuestro avatar vaya ascendiendo de nivel según avanzan las temporadas. Bueno, pues Jaime Mata ya se ha pasado este juego.

Su insólita historia empieza como un canterano más de un equipo más de una población más de la Comunidad de Madrid. Ha reconocido que por entonces iba a ver al primer equipo, en Tercera División, y su mayor sueño era poder ser como esos futbolistas. Objetivos que compartimos alguna vez la mayoría, los que no ocupábamos las selectas autopistas hacia la élite por donde avanzan esas promesas que tienen cláusulas de rescisión millonarias y acumulan internacionalidades cuando todavía lucen acné juvenil. Mata pertenecía al inmenso grupo de los mortales.

Su paso a senior le llevó al filial en Primera Regional, luego a Regional Preferente, donde por primera vez el fútbol le dejó de costar dinero y vería sus primeros euros. Y hace diez años, a punto de cumplir 20, alcanzó la Tercera División con el Galáctico Pegaso, su equipo de siempre en el lugar donde se crió, Tres Cantos. No se había saltado ningún paso, el suyo era un camino normal, muy recorrido por los jugadores semiprofesionales. Absolutamente nada hacía ni imaginar lo que vendría después.

Aquella temporada en Tercera me enfrenté a él. Yo tenía ya cierta veteranía, era capitán del Pozuelo, y me medí con él en muchas disputas, principalmente en juego aéreo. Le recuerdo muy noble (quizá demasiado, como si aún no fuera totalmente consciente del imponente físico que manejaba) y extremadamente pesado, como describimos a esos jugadores que no dan un balón por perdido. Tenía buena técnica, pero no más que muchos jugadores de la categoría. Algunos adversarios se te quedan más en la memoria que otros. Aquel partido de ida se me grabó por un detalle, yo dentro del campo también era Mata, acortando mi apellido, y fue una distracción constante oír a compañeros y rivales alrededor o desde la banda usando la misma palabra para hablarnos a los dos. Desde entonces me fue más fácil seguir su trayectoria.

Los goles son la única estadística capaz de otorgar salvoconducto para avanzar a categorías superiores a cualquier edad. De no ser delantero, la historia de Mata sería todavía mucho más difícil de ver. Los goles primero le llevaron al Rayo B, recién ascendido a Segunda B, pero fue cedido a Socuéllamos y Móstoles, aún en Tercera.

Su primer año completo en el filial rayista coincidió con la finalización de sus estudios. La oferta que le llegó del Lleida la recuerda como el punto de inflexión, cuando se sintió por primera vez futbolista de plena ocupación. Tenía 24 años y su carrera era mejor de lo que nunca soñó aquel juvenil para el que jugar en Tercera “ya era la leche”, como afirmó a este diario hace dos semanas.

En esa breve entrevista daba la clave: hay miles de jugadores mucho mejores en cuanto a talento que nunca llegaron ni llegarán siquiera a ser profesionales, “el aspecto mental es básico”.

Algún compañero común me habla de que Mata lo ha dado todo, por él y por el equipo, en cada segundo que ha tenido unas botas puestas. Algo que le permite seguir mejorando sin techo al mismo tiempo que enamora a cualquier entrenador. Esa misma receta le sirvió para firmar con el Girona, en Segunda, y hacerse profesional con 26 años. Y después en Valladolid, donde el año pasado explotó con 35 goles. El Getafe, que lo fichó gratis, como pasó en todos sus traspasos anteriores, le ha hecho debutar en Primera a una edad nada usual. Pero la llamada de la Selección, con 30 años, son palabras mayores.

Luis Enrique demuestra con ella una visión pura del deporte, estrictamente basada en recompensar los méritos. Ahora que estamos admirando a Messi tras su enésima exhibición, toca recomendar a los jóvenes que disfruten del argentino y su magia inimitable, por supuesto, pero que en realidad se fijen y traten de imitar a jugadores como Mata. En sus valores y actitud se encierra la verdad del fútbol y de la vida. La genialidad de Messi es inalcanzable para prácticamente todos los jugadores del mundo.

En cambio, como reconocía recientemente al diario Marca el capitán de aquel Galáctico Pegaso, “la convocatoria de Jaime Mata es un homenaje a todos esos futbolistas que vivíamos el fútbol modesto con la ilusión de llegar y no pudo ser”. Cuando se enfunde La Roja, los tercerolas seremos un poquito internacionales gracias a él.

Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.