¿Somos exigentes o es que tenemos problemas de ricos?

Muchas veces te he confesado, Tomás, que me gustaría tener vuestra moral y ánimo irreductible. Esa capacidad del Madrid para, a pesar de salir trasquilado una y otra vez por el Barça en el Bernabéu, seguir levantándose con la cabeza alta contrasta con la exigencia culé, que viene de ganar 0-3 en Chamartín y se le cuestiona la forma. Supongo que entre la autoflagelación barcelonista y el imperio del ombligo madridista debe de haber un término medio que reconozca que ganar en el campo del eterno rival es algo excepcional al tiempo que se exija mejorar en el juego. Y por el lado blanco, una pizca de autocrítica no iría mal, aunque viendo lo que le ha pasado a Álvaro Benito uno empieza a entender muchas cosas.

A mí esto de ganar en el Bernabéu como por inercia me sigue teniendo desorientado. Soy, lo he dicho muchas veces, de una generación de levantarecopas que sigue sin superar el trauma de Sevilla ante el Steaua. Así que cuando veo a barcelonistas criticando el juego del Barça después de ganar 0-3 en una semifinal de Copa que te da el pasaporte a la final después de empatar en casa creo que el aburguesamiento de la opinión pública culé es irremediable. Es como el que tiene un Ferrari y se queja porque las alfombrillas no son del color adecuado. Problemas de ricos.

Seamos serios, si la cosa hubiera ido al revés, querido amigo, no te aguantaría nadie y el pueblo culé estaría haciendo cola en las gasolineras para quemarlo todo. Y la moción de censura, a la vuelta de la esquina. Pero la realidad es otra. Vosotros pensando en la decimocuarta y nosotros discutiendo el estilo.