Crueldad infinita

Una pesadilla. Les voy a pedir un favor. No me lean. Díganme que despierte. Seguro que todavía estamos en la víspera del partido. Seguro que estoy atormentado por la mala estadística de los últimos Clásicos y eso me ha hecho sufrir una pesadilla terrible. Era un sueño. En ese sueño el Madrid jugaba muy bien al fútbol, sin especular con el 1-1 del Camp Nou. En mi extraño sueño, Vinicius hacía diabluras por ese costado izquierdo que se rinde a sus regates, fintas y amagos. También vi un Madrid asentado en defensa, juntando las líneas hasta convertir a Messi en uno más de los 80.000 espectadores que en mi sueño abarrotaban el Bernabéu. Ter Stegen volvía a salvar al Barça, Keylor ni había roto a sudar... Era un sueño precioso hasta que, de pronto, aparece una escena en la que Luis Suárez caza un balón suelto y marca el 0-1 en el único tiro a puerta entre los tres palos. De pronto, en la cama me revuelvo y recupero la sonrisa con una jugada antológica de Vinicius, a lo Pelé, que si llega a terminar en gol habría puesto patas arriba el Bernabéu. Pero, como en todas las pesadillas, ocurre lo más cruel e injusto. Contra del Barça, Dembélé adelantado por poco, el VAR se abstiene y gol en propia puerta de Varane. Rompí a sudar, boqueaba, me resistía a aceptarlo. Menos mal que estaba soñando. En pleno desvarío emocional vi a Casemiro hacer un penalti claro, como el que Semedo había hecho sobre Vinicius. Pero el Madrid siempre paga la factura y se lo señalaron. 0-3. Y eso que Messi ni estaba ni se le esperaba. En mi interior subconsciente me decía: "Tomi, menos mal que sólo es un sueño. Cuando te despiertes verás que todo ha pasado". Pues no. Sonó el teléfono. Estoy muy despierto. Y no hay marcha atrás. Ocurrió. Cruda realidad.

La pegada. El Madrid fue superior al Barça si hablamos sólo de fútbol. Pocas veces un resultado ha sido tan injusto con el juego ofrecido por ambos equipos. El Barça sólo tiro dos veces a puerta, a lo que se añadió el autogol de Varane. Pues tres goles a la saca. Y el Madrid llegó, llegó y llegó. Pero no hubo manera de cantar las tres letras mágicas de este bendito deporte: “¡Gol!”. No quiero ser ventajista, pero es inevitable hacer hoy un ejercicio de nostalgia. Cuando estaba ese cañonero que nos dio 450 goles en nueve años estas cosas no pasaban. Cristiano intimidaba al enemigo en noches así, donde el Madrid siempre sacaba su carrocería de alta gama. Así ganó tres Champions consecutivas, con Cristiano al frente de la manifestación. Vinicius y Benzema jugaron de lujo, cierto, pero no les entró nada. Muy injusto.

Clavo Ardiendo Europeo. A la espera de lo que nos depare el Clásico liguero del sábado (si se gana y nos ponemos a seis puntos de los azulgrana nadie podrá decir que esto está igualmente perdido), el equipo de Solari tiene todavía clavo ardiendo al que agarrarse. Con esa banda izquierda maravillosa formada por Reguilón y Vinicius, más el trabajo de Carvajal y Lucas en la derecha, el vigente campeón todavía tiene cosas que decir. Hay que levantar el ánimo y eliminar el próximo martes al Ajax. Luego faltarían solo cinco partidos para volver a reescribir la historia. Nunca den al Madrid por muerto. Consejo de amigo.

Afición de diez. La afición, el único titular indiscutible, estuvo de diez. Animaron y apoyaron como en los grandes días, abarrotaron la llegada del bus del equipo al estadio, dieron calor y aliento a los suyos. Pero la afición no puede meter goles. El sábado toca revancha...