OPINIÓN
La complejidad de MotoGP
Terminó la pretemporada de MotoGP en Qatar. Luces y sombras en casi todos los equipos, con la sensación de que la vida sigue más o menos igual.
Terminó la pretemporada de MotoGP y el próximo desafío será ya la primera carrera del Mundial, la hora de la verdad. Luces y sombras en casi todos los equipos, con la sensación de que la vida sigue más o menos igual: Márquez su en línea de eficacia y arrojo, Lorenzo con mucho por hacer en su nuevo destino, las Yamaha al quite aunque con algunos problemas, las Ducati tremendamente solventes y el resto con opciones dependiendo en gran parte de los tropiezos de los anteriores. Pero más allá de conclusiones sin demasiada trascendencia hasta que comienzo la auténtica acción, lo que han refrendado los test de Qatar es la enorme complejidad de las modernas máquinas de la categoría reina. Nada que ver con tiempo atrás, cuando un motor potente y un buen chasis eran prácticamente sinónimo de éxito.
Por supuesto que estos dos elementos siguen siendo vitales en el desarrollo de una moto competitiva, sólo que ahora la ecuación es más complicada. De nada sirve tener un propulsor de gran rendimiento si la electrónica no es capaz de gestionar ese potencial; la ciclística, entendida como los componentes que influyen en la dinámica, debe sintonizar a la perfección con unos neumáticos en ocasiones de comportamiento incierto; y, por si todo esto fuera poco, la aerodinámica ha pasado a jugar un papel más determinante en las actuales MotoGP. Es así como unos fabricantes parecen más perdidos que otros en la búsqueda de ese equilibrio, igualando en cierta medida a las escuderías privadas con las oficiales. Positivo para el espectáculo, un reto para los implicados.