Mucho más que un presidente: un sevillista ejemplar
Poco más de dos años, de febrero de 2000 a mayo de 2002, duró la presidencia de Roberto Alés en el Sevilla. Pero vaya dos años. Alés se hizo cargo de un club en la ruina ("no había ni para balones", dijo él mismo con la perspectiva del tiempo, entre la guasa y el alivio) y prácticamente descuajaringado para ser capaz de ascenderlo, estabilizarlo, sanearlo y comenzar a darle armas de grandeza en el futuro. La principal: Monchi, al que colocó en la dirección deportiva. Sí, fue Roberto quien dejó al club de Nervión al pie de la montaña de éxitos y títulos que han acabado escalando sus sucesores, José María del Nido y José Castro. Castro, un amigo-casi-hermano, insistía en homenajearle durante estos últimos tiempos en los que penaba de su grave enfermedad. Una admiración justísima, a la nunca puso un pero ningún sevillista.
Ni tampoco ningún bético. El rocambolesco y ultrapasional fútbol de Sevilla acaba cubriendo de porquería hasta a los que parecen predestinados para la santidad pero este viernes, en las tertulias alrededor de la figura de Roberto, sólo cabía calificarle de 'señor'. Pocos personajes relacionados con el balompié sevillano han conciliado tanta unanimidad en el respeto y el cariño como un hombre que llegó para ayudar a su club poniendo incluso dinero de su bolsillo, que supo retirarse además cuando notó que ya estaba salvado. Alguien que ha huido de los focos, la fama y los piropos mientras colocaba su importante paquete accionarial exclusivamente al servicio de la entidad que amó como sólo se ama a las madres y a los equipos del alma. Mucho más que un presidente, Alés fue y será para siempre un sevillista ejemplar. Descanse en paz.