Nada y así sea

Diez minutos en que el Barça se pareció al equipo que tantas veces ha pisado con éxito los campos y ochenta minutos en que el Barça conjugó sus fantasmas en oraciones inoperantes. Una mala novela este partido francés.

No hubo sino remates, veinticinco según contaron en Carrusel. En la inoperancia final tuvo mucho que ver Lópes, el portero del Lyon. Pero ya se sabe que si no hay berbiquí la madera se queda virgen. En el otro lado Ter Stegen fue el milagro. Quedó Messi como el mejor de la delantera. Un clásico en tiempo de sequía.

El berbiquí barcelonista es Luis Suárez. Pero el tantas veces fusilero uruguayo está como asustado ante la responsabilidad de marcar. Está como los estudiantes que toman centramina y que a la hora de la verdad no aciertan con ninguna respuesta.

El Barça tiene la mente en blanco. Juega con automatismos basados en la calidad de sus individuos; es cierto que Messi marca la diferencia con la inteligencia avispada que combina veteranía e intuición, pero el resto del equipo solo tiene voluntad, carece de intuición y genio.

Esta nada que deja el Barça en el primer partido de la eliminatoria siembra malos augurios. Pero el fútbol es una combinación muy compleja; puedes estar seco un mes, y de pronto cae sobre el equipo un azar que revitaliza el juego y los viejos augures benefician el juego, y todo cambia. Es decir, hay que esperar un milagro, y ese en el Barça se seguirá llamando Messi.