Darder salva el Darderismo

El arrebato. La irracionalidad rescató al Espanyol más racional de los últimos tiempos cuando la cabeza de Rubi se acercaba hacía una soga que nadie deseaba. Darder salvó el Darderismo, porque el Espanyol es propenso a resucitar en momentos en los que toca el suelo, cuando da de bruces con una zona de descenso que se ha ido acercando como un Fórmula 1. El proyecto de Rubi lo salvó curiosamente un jugador que estaba en mal momento, frustrado, que había vsito como le habían anulado dos goles. Pero su remate fue una liberación, a toque de corneta, una comunión única con la grada, enloquecida como en aquella jornada 2 ante el Valencia o en el Melendazo del curso anterior. Darder porta aún la bandera.

Made in China. Todo empezó en arrebato de Wu Lei, puro desparpajo, veloz y contracultural, acabó con una caída en el área. El equipo perico no se lo pensó y tiró el balón fuera. Presionó al colegiado junto con la grada hasta que, tras revisar la jugada, señaló penalti. La imagen de un Diego López fuera de sí también denota como un veterano de 37 años se ve superado por una frustración que, de puertas para adentro, acompaña a un equipo que de los últimos 11 partidos solamente había ganado uno de ellos. Luego llegó el 2-1, un momento de felicidad única, de apoteósis, de abrazos y gritos sin freno.

Ombligo. Una victoria que libera a un Espanyol que está mirando tanto a China que se ha descuidado de mirarse el ombligo. Ahora, meses después, el equipo se había metido en pleno meollo por eludir el descenso en una de las temporadas en las que sus aficionados más cerca veían romper con la sequía europea. Una de las pruebas delirantes de este fenómeno es la querencia del club por promocionar a Wu Lei, quien nada más entrar al campo fue aclamado como un salvapatrias. Es cierto que en dos desmarques demostró que no es un jugador ornamental, pero tampoco la penicilina que viene a curar los males de un Espanyol que ha estado al borde del falló multiorgánico. Anoche, al menos, dio señales de amor propio, y ganó un partido que tenía perdido. Aún está a tiempo de volver a ser el que era.

Monotemático. Porque el equipo de Rubi va a morir con sus ideas, a las que no ha renunciado ni en las situaciones más comprometidas. La primera parte fue un reflejo de ello. El Espanyol tenía el balón, progresaba y llegaba al área, pero le faltó pegada con Piatti y Sergio como ‘sorpresas’ de una alineación conservadora, sin Wu Lei y Ferreira, agitadores emocionales y futbolísticos. Y, en esas ataques estériles estaba el peligro, porque el Rayo Vallecano tenía bien estudiado como en dos pases plantarse en el área de Diego López, territorio bien asfaltado para los rivales. A Rubi se le pedían cambios, pero tiene fe ciega en su filosofía. Y los jugadores, vista la reacción tras el 0-1, también. Y si es para ganar así, que dure.