El Valencia se durmió en dos saques de esquina y el Betis no se lo perdonó. Los goles de Loren y el olímpico de Joaquín (ejemplo de la razón de ser del VAR) ponían contra las cuerdas a los de Marcelino, que en un visto y no visto se veían noqueados sin que por fútbol lo merecieran. El Betis vivía de las arrancadas de Sergio Canales (qué manera de correr la del cántabro con el balón en los pies) y del aliento de su grada. Pero el Valencia, más allá de esas dos pifias a balón parado, daba síntomas de creer, querer y poder.