Rosales entre tanta espina
En La Cerámica, hace apenas tres semanas, veía el Espanyol cómo el Villarreal le igualaba un 0-2 en apenas cinco minutos tras haber dominado casi todo el encuentro. Esta vez, el guion fue el opuesto: tenían absolutamente amarrados los tres puntos los ‘groguets’ por méritos propios hasta que irrumpió Bonera en propia meta primero y después el golazo de Rosales. Un jardín entre tanta espina para un equipo que se hundía irremediablemente y que al menos detiene su hemorragia, con el añadido de hacerlo ante un rival directo.
Tan engañoso es el fútbol que este partido a los golpes lo ganaría siempre el Villarreal, que arrolló en el primer tiempo a los pericos por incomparecencia. Como si se hubieran tomado en serio la categoría de final que Calleja le había dado al choque, mientras los de Rubi se encomendaban a la intrascedencia con la que lo había revestido su entrenador, seguramente, para no añadirles más presión. La inoperancia en ataque conjugó perfectamente con la fragilidad atrás (de nuevo en centros laterales, balón parado y tras pérdidas) en un festival del sonrojo. Pero con el 2-0, no tuvo más remedio Rubi que añadir pólvora, determinante la entrada de Melendo, para ir sumando hasta siete jugadores de perfil ofensivo, ya con los debutantes Ferreyra y Wu Lei, y un providencial octavo pasajero: Rosales. Un aviso, una leve reacción, pero muchísimo por mejorar.