IVÁN MOLERO

Rosales entre tanta espina

Tan engañoso es el fútbol que este partido a los golpes lo ganaría siempre el Villarreal, que arrolló al Espanyol hasta que Rubi fue acumulando atacantes. Y a Melendo.

Iván Molero
Llegó al Diario AS como estudiante en prácticas en 2002, y desde que se licenció en Periodismo por Blanquerna, de la Universitat Ramon Llull, se ha especializado en la información del Espanyol, sobre el que también ha co-escrito libros, todo ello atendiendo al seguimiento de otros equipos, deportes y eventos desde la delegación de Barcelona.
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En La Cerámica, hace apenas tres semanas, veía el Espanyol cómo el Villarreal le igualaba un 0-2 en apenas cinco minutos tras haber dominado casi todo el encuentro. Esta vez, el guion fue el opuesto: tenían absolutamente amarrados los tres puntos los ‘groguets’ por méritos propios hasta que irrumpió Bonera en propia meta primero y después el golazo de Rosales. Un jardín entre tanta espina para un equipo que se hundía irremediablemente y que al menos detiene su hemorragia, con el añadido de hacerlo ante un rival directo.

Tan engañoso es el fútbol que este partido a los golpes lo ganaría siempre el Villarreal, que arrolló en el primer tiempo a los pericos por incomparecencia. Como si se hubieran tomado en serio la categoría de final que Calleja le había dado al choque, mientras los de Rubi se encomendaban a la intrascedencia con la que lo había revestido su entrenador, seguramente, para no añadirles más presión. La inoperancia en ataque conjugó perfectamente con la fragilidad atrás (de nuevo en centros laterales, balón parado y tras pérdidas) en un festival del sonrojo. Pero con el 2-0, no tuvo más remedio Rubi que añadir pólvora, determinante la entrada de Melendo, para ir sumando hasta siete jugadores de perfil ofensivo, ya con los debutantes Ferreyra y Wu Lei, y un providencial octavo pasajero: Rosales. Un aviso, una leve reacción, pero muchísimo por mejorar.

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