Una copa cristalina, otra opaca

Cristalino como un manantial que brota de las montañas fue Rubi este martes al aferrarse a la Copa del Rey con la ilusión de quien sabe lo que este torneo significa históricamente para los aficionados pericos. Porque es uno más de esa estirpe. Y porque no tiene miedo a lo que él mismo definió como los “efectos colaterales”, que pasan incluso por una hipotética destitución si los resultados ligueros ante Villarreal y Rayo son desastrosos. El entrenador del Espanyol entiende que esta copa es de agua que verter sobre el fuego creciente de la zona de descenso, situada ya a solo tres puntos, aunque también puede contener alcohol que avivarlo hasta quemar. No le podrán reprochar falta de valentía ni de principios. Y por qué no podría producirse una alegría entre tanto quebradero de cabeza doméstico.

En el otro extremo de la cristalina copa de Rubi se encuentra la opacidad del Espanyol en su otro gran asunto de este inicio de semana: la llegada de Wu Lei. Ni un detalle del traspaso (si es que no fuera una cesión encubierta) ni de la ficha, como tampoco de si le cederán derechos de imagen o de si Rastar Group, por ejemplo, hará negocio con ello a través de la publicidad. Tan opaca como la lesión del jugador, cuyo alcance no se concretará hasta hoy a pesar de que le han realizado ya varios chequeos. Una opacidad que, en cualquier caso, sublimó Chen, acaso el único presidente chino que hace historia fichando a un futbolista de su país y que, aun estando justamente en Barcelona, no acude a su presentación. Las aguas deberían bajar menos turbias.