Es tan difícil amar el fútbol…
... a veces. Este partido del Barça en Girona tendría que haberse jugado en Miami, en serio. Por lo menos hubiera tenido el aliciente de lo innecesario y de lo puramente excéntrico. Probablemente, además, los futbolistas (los de los dos equipos) se hubieran sentido inclinados a esforzarse para demostrar interés o calidad. Pero se jugó en Girona, el Barça acudió como si hubiera ido a una fiesta campestre con riesgo de tormenta, y lo hizo con una pereza que contagió al Girona, otras veces vigoroso y pletórico.
En esta ocasión, como suele ocurrir, el fútbol lo puso Messi, y Ter Stegen hizo lo acostumbrado: parar para que el resultado, aseado por Messi, no fuera otra sorpresa sevillana en esta Liga que parece el claro objeto del deseo.
Otra vez Coutinho exhibió su desazón y de nuevo hubo que mirar para otro lado para perdonarle los fallos. Si no despierta este equipo algún día, como decía don Luis Suárez, se va a encontrar el cántaro roto.