Melbourne le debe una a Nadal
La vida no ha sido del todo justa con Rafa Nadal en sus 14 participaciones en el Abierto de Australia. Debutó en 2003, con solo 17 años, y llegó hasta la tercera ronda. Fue el inicio de una historia de amor con el torneo no siempre correspondida. Seis años después alcanzó por primera vez la final y ganó a un desconsolado Federer, que lloró pensando que jamás podría vencer al balear. Pero lo que vino los siguientes cursos en Melbourne Park no fue ni mucho menos un cuento de hadas para él. En 2012 disputó de nuevo el partido por el título y cayó contra Djokovic en una batalla eterna tras la que ambos acabaron rotos. Se le escapó pese a tener un break a favor en el quinto set, aunque al menos pudo competir de tú a tú con el serbio.
No fue así en la final de 2014 contra Wawrinka. Unos problemas en la espalda le impidieron rendir al máximo nivel. "Fue una de las derrotas más duras de mi carrera", reconoció hace unos días Nadal. No pudo participar en el torneo el año anterior por una de sus múltiples lesiones y le dolió en el alma no brindar un mejor espectáculo a los espectadores. "Lo siento", dijo al borde del llanto. En 2017 volvió a pelear por el trofeo, de nuevo con Federer. Pudo darlo todo y maravilló al mundo por su estupenda recuperación tras dos malas temporadas, pero otra vez se le escapó el título con un quiebre de ventaja en el parcial definitivo. Ahora, y tras su enésima resurrección, no ha podido sacarse la espina ante el rival que más veces le ha ganado, Djokovic. Melbourne, una ciudad que adoran tanto él como familia y equipo, donde ha hecho amigos para siempre y donde le tratan con un cariño especial, por encima incluso del que le tienen a muchos de sus propios compatriotas, le debe una. Espero que algún día pague la deuda.